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tiempo una buena inspiración. Debemos esta noticia
a la relación hecha ((**It14.575**)) unos
años después por el cardenal Alimonda 1.
Un día León XIII, reunido con los Cardenales,
les manifestó la gran amargura de su alma por
aquella forzada suspensión.
-Está de por medio, decía, la gloria de Dios,
el honor de la Santa Sede y el bien espiritual de
una población tan numerosa.
-Santo Padre, se adelantó a decir el cardenal
Alimonda, yo propondría un modo seguro para
conseguir el intento.
->>Cuál?, preguntó el Papa sorprendido.
-Confiarlo a don Bosco.
-Pero, >>don Bosco aceptará?
-Santidad, yo conozco a don Bosco y su plena e
ilimitada devoción al Papa, si Vuestra Santidad se
lo propone, estoy segurísimo que aceptará.
Este coloquio tuvo lugar en marzo de 1880, es
decir cuando don Bosco estaba en Roma; por ello,
León XIII encargó a su Vicario que le hablara del
asunto. Su Eminencia le habló de ello el día 24
por la tarde, mas sin manifestarle que se trataba
de un deseo del Papa, le habló de ello con más
insistencia el día 28, pero siempre como cosa
suya. Don Bosco no asintió ni se negó, eran muchas
y muy grandes las dificultades que acudían a su
mente, como se desprende de varios testimonios de
los procesos.
Ante todo las dificultades de orden económico.
Muy poco podía esperarse de los romanos, sabiendo
por experiencia, como ya le había escrito sobre el
particular el Cardenal Vicario 2, lo nada
generosos que se mostraban entonces. Tampoco se
esperaba mucho de los franceses, ((**It14.576**))
interesados en aquel tiempo en su gran iglesia
nacional del Sagrado Corazón y en sostener las
escuelas privadas libres; por otra parte, tenía
razón para pensar que éstos, siempre generosos con
él mientras se trataba de ayudarlo a mantener a
sus muchachos, no
1 Summarium super virtutibus, número III, De
operibus et fundationibus, && 65-66 (testigo, don
Francisco Cerruti).
2 Véase: Vol. XIII, pág. 557. Lo confirmaron
los hechos. En la comida que se dio el día de la
consagración (14 de mayo de 1887), el párroco y
procurador don Francisco Dalmazzo, cuando se
levantó para brindar, al expresar la gratitud a
los bienhechores, puso en primer lugar a los
Romanos. Don Bosco, tomó el cuchillo, dio unos
golpecitos al vaso, detuvo el arrebato del orador
y, en medio del silencio general, le dirigió con
toda calma estas palabras:
-Eso no es verdad. Ya puedes seguir.
En aquel momento debió pensar don Bosco en las
inauditas penalidades de sus viajes, mendigando el
dinero necesario para la empresa. Uno de los
comensales, que quedó atónito ante la franqueza
del Beato y repitió a menudo la narración del
episodio, fue monseñor Jara, más tarde obispo de
Ancud en Chile.
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