((**Es14.473**)
muchos otros que están aquí haciendo ejercicios.
No sabía qué decirme y pregunté a mi compañero
sobre el significado de todo aquello, el cual me
respondió:
-Presta atención un momento y comprenderás todo
este misterio.
Mientras profería estas palabras, la luz que
iluminaba el salón se trocó por otra más
resplandeciente aún y, al intentar ver mejor, he
aquí que apareció una legión de bellísimos
jovencitos de aspecto angelical, que llevaban en
la mano un lirio, los cuales se pusieron a pasear
sobre la mesa sin tocarla con lo pies. Los
comensales se levantaron y con la sonrisa en los
labios observaban cuanto sucedía. Aquellos ángeles
comenzaron a repartir lirios acá y acullá y los
que los recibían se elevaban también de la tierra,
como si fuesen espíritus. Me fijé en los jóvenes
que recibían los lirios y los reconocí a todos;
pero se tornaban tan bellos y resplandecientes que
no creo pudiese contemplar una cosa superior en el
Paraíso. Pregunté qué significaban aquellos
jóvenes que llevaban aquella flor y me fue
respondido:
->>No has predicado tantas veces sobre la bella
virtud de la pureza?
-Sí, dije, he predicado sobre ella y la he
inculcado insistentemente hasta hacerla amar por
mis jovencitos.
-Pues bien, continuó el compañero, ésos que ves
con el lirio en la mano son precisamente los que
han sabido conservarla.
No sabía, pues, qué decirme y con gran
maravilla vi aparecer un nuevo escuadrón de
jóvenes que pasaban sobre las mesas sin tocarlas y
que comenzaron a repartir las rosas que llevaban
en las manos y que los que las recibían, en el
mismo momento, comenzaban a despedir un bellísimo
resplandor.
Pregunté a mi compañero qué significaba aquella
nueva falange de jóvenes portadores de rosas, y me
dijo:
-Son los que tienen el corazón inflamado en el
amor de Dios.
Vi entonces que todos llevaban sobre la frente
el propio nombre escrito con caracteres de oro, y
me acerqué un poco más para poderlos ver mejor e
incluso hice por tomar nota de ellos, pero
desaparecieron de pronto.
Al desaparecer ellos, desapareció también la
luz, de forma que yo quedé rodeado de una
oscuridad, entre la cual se podía distinguir algo.
Vi unos rostros encendidos como ascuas; eran de
los que no habían recibido ni el lirio ni la rosa.
Vi también a algunos que hacían esfuerzo en torno
de una cuerda recubierta de fango, pendiente de lo
alto, por la que intentaban trepar, pero ésta
cedía siempre y aquellos pobrecillos estaban
continuamente en el suelo con las manos y las
ropas enfangadas.
Sorprendido de cuanto contemplaba, pregunté con
insistencia qué significaba lo que veía y se me
respondió:
((**It14.554**)) -La
cuerda es, según tú has predicado muchas veces, la
confesión; quien sabe agarrarse bien a ella,
ciertamente llegará al cielo; y esos jóvenes que
acabas de ver son los que se confiesan con
frecuencia y se asen a esta cuerda para poder
levantarse; pero lo hacen sin las disposiciones
debidas, con poco dolor y falta de propósito y por
eso no pueden trepar por ella; la cuerda cede
siempre, por lo que, en lugar de elevarse, caen
una y otra vez, encontrándose siempre en el mismo
sitio.
Yo quise anotar también el nombre de éstos,
pero apenas había escrito dos o tres cuando
desaparecieron de mi vista. Al desaparecer ellos
también desapareció la poca luz que había,
quedando yo envuelto en una completa oscuridad.
En medio de aquellas tinieblas pude contemplar
un espectáculo aún más desolador. Ciertos jóvenes,
de aspecto tétrico, tenían enredada al cuello una
enorme serpiente con la cola clavada en el corazón
de sus víctimas y con la cabeza junto a la
(**Es14.473**))
<Anterior: 14. 472><Siguiente: 14. 474>