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la casa era del parecer de que se hiciesen abrigos
nuevos a todos los clérigos y que colocaran unos
visillos en las ventanas de las habitaciones
personales. El prefecto, don Luis Nai, que, entre
las insistencias del Hermano y la pobreza de la
casa, no sabía a qué carta quedarse, habló de ello
a don Bosco, que había ido a visitar la casa. El
Siervo de Dios se mostró muy disgustado y le
contestó:
-Esta tarde daré una conferencia al personal.
Reunidos los superiores en la biblioteca, habló
de la pobreza en el vestir y en el mobiliario de
las habitaciones, con un lenguaje fuerte y
tajante. Parecióle a aquel superior que había
excesiva severidad en lo oído, así que, cuando don
Bosco acabó su platica, e invitó a los presentes a
hacer las observaciones que creyeren oportunas,
dijo que no debían separarse el decoro y la
pobreza. Y el Beato, suavemente, pero con
resolución, replicó:
-El decoro del religioso es la pobreza.
Estaba entre los asistentes a la conferencia el
clérigo Felipe Rinaldi, el cual, hablando a los
Hermanos del Oratorio en diciembre de 1930, con
ocasión del ejercicio de la buena muerte, recordó
el hecho y dijo entonces había pensado para sí que
ni la pobreza de los capuchinos y de las órdenes
mendicantes era tan rígida como la que don Bosco
quería. El mismo don Felipe Rinaldi observó que
don Bosco había hablado de esta manera ((**It14.550**)) de la
pobreza, precisamente cuando destinaba para sus
escuelas de tipografía los locales mas grandiosos
que existían en Turín para establecimientos del
ramo y construía el magnífico colegio junto a la
iglesia de San Juan Evangelista. Esta coincidencia
sugirió a don Felipe Rinaldi la idea de una
necesaria distinción.
-No debemos, dijo, confundir la pobreza
interior de los Salesianos y la pobreza personal
de cada uno, con las necesidades de la Obra
Salesiana externa, las cuales exigen que don Bosco
esté siempre a la vanguardia del progreso, según
la expresión empleada por él con el futuro Pío XI.
* * *
En una sesión del Capítulo Superior para la
admisión al noviciado o a los votos, don Bosco
propuso y resolvió tres casos importantes.
Primer caso. Se presenta un joven que pide ser
admitido al noviciado. El pobrecito ha pasado por
una cadena de desgracias hasta el tiempo de los
ejercicios espirituales; pero entonces se muestra
muy decidido a vivir bien.
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