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((**Es14.47**) espíritu. Sucede con frecuencia que llegan y paran en nuestras casas sacerdotes muy buenos, pero que no son de los nuestros, y confiesan. Habrá quien sea muy santo, pero, como no conoce el espíritu de la Congregación, da consejos contrarios a los que daríamos nosotros, y el muchacho pierde en absoluto la confianza en su antiguo confesor, con el director de la casa. Hay pocas cosas que causan a los jóvenes más daño que ésta. En los ejercicios de Lanzo, fue cierto muchacho a consultar con don Bosco unos puntos delicados sobre esta cuestión; luego, fue a consultar a otro confesor, que no era de los nuestros, y éste le dio un consejo diametralmente opuesto al mío. Aquel sujeto está completamente echado a perder. Establézcase como principio en los colegios, que nadie vaya a confesar, si no ha recibido encargo del Director. Ordinariamente no se ponga a confesar a los sacerdotes que no son de nuestra Congregación; aun cuando fueran tan santos como monseñor Belasio o don Persi. Siempre se perdería. Váyase también despacio en poner a nuestros sacerdotes, recién ordenados, en este oficio para los muchachos. Otro gran mal para las vocaciones y el buen orden general lo ocasionan los que buscan crearse un centro aparte, en medio de los alumnos. Insístase para que en cada casa todo gire alrededor de un único centro, el director. Al que pida consejo, contéstesele siempre: ->>Qué te ha dicho el Director? Pregunta al Director. Aconséjate con él, confía plenamente en él y ya verás cómo quedarás satisfecho. El Señor lo ha puesto para conocer tus necesidades y remediarlas; tiene luces especiales para aconsejarte lo que debes hacer y lo que debes evitar. Pero, íay de una casa donde se forman dos centros! Son como dos campos, como dos banderas, y, si no son contrarios, al menos estarán divididos. El afecto, que se pone en uno, será en menoscabo del otro. Toda la confianza, que un muchacho pone en quien trabaja por atraerle a sí, se le quita a quien tendría derecho a poseerla por entero. La frialdad trae la indiferencia, el menor aprecio y hasta una punta de aversión, y un reino dividido quedará asolado. Procure, pues, el Director que en su casa no se rompa la unidad. A este respecto, no se establezca nada categórico y absoluto: déjese a la prudencia del Director guiarse prácticamente según las normas antes expuestas, y en cualquier caso désele facultad para decir: -Tenemos por regla que, así como los Obispos tienen facultad de aprobar a los individuos para las confesiones en los institutos, de la misma manera la tiene nuestro Superior para sus súbditos. Y esta facultad está reservada a él solo. El que quiera obtenerla tiene que acudir a él. Cuando en nuestras casas hay un buen sacerdote secular, déjese comodidad a los externos para confesarse con él. Para los internos esté únicamente encargado de oír las confesiones todos los días el Director, y dése más comodidad los domingos a los penitentes. ((**It14.46**)) >>Qué norma seguir en cuanto a la comunión frecuente? Dése también mucha facilidad, pero ténganse en cuenta algunos puntos: 1.° Que los muchachos se confiesen una sola vez a la semana. Si necesitan confesar más a menudo para comulgar, yo sería del parecer que es preferible se abstengan. Esto como regla general, que puede tener excepción en algún individuo y especialmente en algunas circunstancias. 2.° Autorizar a los penitentes, cuando piden permiso para comulgar, siempre que no tengan en la conciencia nada que les intranquilice. >>Y cuando no tienen más que (**Es14.47**))
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