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espíritu. Sucede con frecuencia que llegan y paran
en nuestras casas sacerdotes muy buenos, pero que
no son de los nuestros, y confiesan. Habrá quien
sea muy santo, pero, como no conoce el espíritu de
la Congregación, da consejos contrarios a los que
daríamos nosotros, y el muchacho pierde en
absoluto la confianza en su antiguo confesor, con
el director de la casa. Hay pocas cosas que causan
a los jóvenes más daño que ésta.
En los ejercicios de Lanzo, fue cierto muchacho
a consultar con don Bosco unos puntos delicados
sobre esta cuestión; luego, fue a consultar a otro
confesor, que no era de los nuestros, y éste le
dio un consejo diametralmente opuesto al mío.
Aquel sujeto está completamente echado a perder.
Establézcase como principio en los colegios, que
nadie vaya a confesar, si no ha recibido encargo
del Director. Ordinariamente no se ponga a
confesar a los sacerdotes que no son de nuestra
Congregación;
aun cuando fueran tan santos como monseñor Belasio
o don Persi. Siempre se perdería. Váyase también
despacio en poner a nuestros sacerdotes, recién
ordenados, en este oficio para los muchachos.
Otro gran mal para las vocaciones y el buen
orden general lo ocasionan los que buscan crearse
un centro aparte, en medio de los alumnos.
Insístase para que en cada casa todo gire
alrededor de un único centro, el director. Al que
pida consejo, contéstesele siempre:
->>Qué te ha dicho el Director? Pregunta al
Director. Aconséjate con él, confía plenamente en
él y ya verás cómo quedarás satisfecho. El Señor
lo ha puesto para conocer tus necesidades y
remediarlas; tiene luces especiales para
aconsejarte lo que debes hacer y lo que debes
evitar.
Pero, íay de una casa donde se forman dos
centros! Son como dos campos, como dos banderas,
y, si no son contrarios, al menos estarán
divididos. El afecto, que se pone en uno, será en
menoscabo del otro. Toda la confianza, que un
muchacho pone en quien trabaja por atraerle a sí,
se le quita a quien tendría derecho a poseerla por
entero. La frialdad trae la indiferencia, el menor
aprecio y hasta una punta de aversión, y un reino
dividido quedará asolado. Procure, pues, el
Director que en su casa no se rompa la unidad.
A este respecto, no se establezca nada
categórico y absoluto: déjese a la prudencia del
Director guiarse prácticamente según las normas
antes expuestas, y en cualquier caso désele
facultad para decir:
-Tenemos por regla que, así como los Obispos
tienen facultad de aprobar a los individuos para
las confesiones en los institutos, de la misma
manera la tiene nuestro Superior para sus
súbditos. Y esta facultad está reservada a él
solo. El que quiera obtenerla tiene que acudir a
él.
Cuando en nuestras casas hay un buen sacerdote
secular, déjese comodidad a los externos para
confesarse con él. Para los internos esté
únicamente encargado de oír las confesiones todos
los días el Director, y dése más comodidad los
domingos a los penitentes.
((**It14.46**)) >>Qué
norma seguir en cuanto a la comunión frecuente?
Dése también mucha facilidad, pero ténganse en
cuenta algunos puntos:
1.° Que los muchachos se confiesen una sola vez
a la semana. Si necesitan confesar más a menudo
para comulgar, yo sería del parecer que es
preferible se abstengan. Esto como regla general,
que puede tener excepción en algún individuo y
especialmente en algunas circunstancias.
2.° Autorizar a los penitentes, cuando piden
permiso para comulgar, siempre que no tengan en la
conciencia nada que les intranquilice. >>Y cuando
no tienen más que (**Es14.47**))
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