((**Es14.466**)
como padres y madres, como maestros y maestras,
como sacerdotes o seglares, como ricos o pobres,
seremos verdaderamente Cooperadores y
Cooperadoras, impediremos muchísimo mal, haremos
muchísimo bien.
Alguien podría decirme:
-Mientras se trate de hacer el bien de palabra,
aquí me tiene; pero, con medios materiales, no
puedo, porque soy pobre.
-Quien es pobre actúa como pobre. Pero, por muy
pobre que sea un Cooperador, si quiere, estará
siempre en condiciones de contribuir también
materialmente a una obra de caridad. Muy pobre era
la viuda del Evangelio, no tenía más que unas
moneditas, duo minuta, y sin embargo quiso ella
también contribuir al decoro del templo junto con
los ricos donantes y mereció los elogios de
Jesucristo. Por lo demás, puedo deciros que son
muchos los que ponderan y cacarean a los cuatro
vientos su miseria, cuando se les invita a hacer
una obra buena, a vestir a un pobre huerfanito, a
socorrer a una familia menesterosa, a adornar una
iglesia; pero, cuando se trata de comprarse un
traje o un vestido de lujo; cuando se trata de un
banquete, de una tertulia, de un viaje de recreo,
de un baile, de una fiesta, íoh!, entonces no hay
pobreza que valga. Entonces, si no hay dinero, se
busca; entonces se encuentra el medio para lucirse
y se ostenta un lujo superior al de la propia
condición.
Hay también otros que siempre tienen miedo a
que les falte tierra bajo sus pies; ven siempre el
presente y el futuro con los más sombríos colores.
Son los que, en frase del Salvador, andan siempre
preguntando temblorosos >>qué comeremos mañana?
>>Qué beberemos? >>Con qué nos cubriremos? Quid
manducabimus? Aut quid bibemus? Aut quo operiemur?
Y así amontonan, atesoran, guardan cautelosamente
sus dineros y, mientras tanto, llega la muerte sin
haber hecho obras buenas, y dejan sus riquezas a
la voracidad o a los pleitos de los parientes, que
en breve los derrochan o se los devoran los
abogados y procuradores. No los imitéis, buenos
Cooperadores y piadosas Cooperadoras; y para que
no sigáis estos ejemplo, escuchad dos
observaciones.
Hoy día hay muchos que ponen dinero en los
bancos para cobrar unos intereses. Pero cualquier
banco, por muy buena fama que tenga, lleva siempre
consigo el temor de una quiebra. íY cuántas
quiebras, cuántas familias reducidas por esto a la
miseria! Mas, por seguro que sea un banco, no
puede rendir un interés superior al cinco o al
seis por ciento. En cambio, yo conozco un banco
inagotable, que ofrece garantías tales como para
hacer imposible toda quiebra, y paga un interés no
digo del cinco, del diez, del treinta, del
cincuenta por ciento, sino del ciento por uno.
>>Quién es ese generoso banquero, cuyos caudales
no tienen fondo? Es Dios, dueño del cielo y de la
tierra, que precisamente ha prometido pagar ahora,
nunc, en este tiempo, in tempore hoc, el ciento
por uno al que emplea sus bienes para su mayor
gloria, para provecho de sus pobrecitos. Quien
deje por mí sus cosas, recibirá centies tantum
nunc in tempore hoc, nos asegura Jesucristo en el
Evangelio, et in saeculo futuro vitam aeternam 1.
((**It14.546**))
Recibirá el céntuplo en las bendiciones, que Dios
otorgará a su persona, a sus bienes, a sus
negocios, a sus asuntos; el céntuplo en la paz del
corazón, en la concordia de la familia, en las
gracias espirituales en la vida y en la muerte. No
basta; el Señor tiene reservado todavía en la otra
vida un premio imperecedero: et in saeculo
1 Mc, X, 30. (Nadie quedará sin recibir el
ciento por uno ahora, al presente; y en el tiempo
venidero, la vida eterna).
(**Es14.466**))
<Anterior: 14. 465><Siguiente: 14. 467>