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sabiduría. Pero el Señor no dejaba de alentar a su
Siervo con luces y favores celestiales.
En el verano de 1880, tuvo don Bosco un sueño
en el cual, bajo las apariencias de simbólicas
apariciones, se le mostraban hechos futuros. Lo
tuvo en la noche del 9 de julio.
Vio una lluvia misteriosa, de cuyo significado
pueden darnos la clave estos apuntes de Lemoyne:
<>.
((**It14.538**)) Y he
aquí lo que entonces soñó don Bosco:
Le pareció estar con su Capítulo en la
habitación contigua a la suya, llamada la
habitación del Obispo, dando una conferencia.
Mientras hablaba de nuestras cosas, se dio cuenta
de que el cielo se nublaba; después se desencadenó
una tempestad con rayos, relámpagos y truenos que
infundían espanto. Un trueno más fuerte que los
precedentes hizo temblar la casa. Don Juan Bonetti
se levantó y fue a la galería inmediata y, después
de unos instantes, comenzó a gritar:
-íUna lluvia de espinas!
En efecto, caían espinas en tal cantidad, como
las gotas de agua en una lluvia torrencial.
Después se oyó un segundo trueno, fortísimo
como el primero, y pareció que el temporal
amainara un tanto. Entonces don Juan Bonetti,
desde la galería, volvió a gritar:
-íOh, qué hermosura! Una lluvia de capullos.
Y por los aires descendía tal cantidad de
capullos de flores que pronto se formó en el suelo
una gruesa capa de ellos.
Al estallar un tercer trueno se dejaron ver
algunos trozos de cielo sereno y haces de luz
solar.
Y don Juan Bonetti volvió a exclamar:
-íUna lluvia de flores!
Todo el espacio aparecía lleno de flores de
diversos colores, formas y calidades, que, en un
abrir y cerrar de ojos, cubrieron el suelo y los
tejados de las casas, ofreciendo un panorama de
variadísimos matices.
Un cuarto trueno vino a resonar en los
espacios. El cielo estaba completamente sereno y
brillaba en él un sol esplendente. Y don Juan
Bonetti gritó:
-Venid, venid a ver; llueven rosas.
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