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al mismo tiempo de la venganza de los cómplices.
En efecto, después de socorrerlo generosamente le
pudo facilitar la fuga al extranjero, y buscarle
un asilo seguro, donde vivió desconocido hasta el
fin de sus días.
El segundo atentado ocurrió de manera más
trágica, en diciembre del mismo año. Un joven
señor, como de unos veinticinco años, fue a
visitar a don Bosco, quien le indicó cortésmente
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sentara a su lado en el sofá. Su cara inspiraba
poca confianza, desde el primer momento, algo
siniestro, que relampagueaba en sus ojos, aconsejó
a don Bosco a ponerse en seguida en guardia y
vigilar sus movimientos. Un nerviosismo mal
reprimido le agitaba. Así sentado, hablaba
inconexamente, yéndose por las ramas y a veces se
acaloraba y gesticulaba como un exaltado; de
pronto, en la agitación se le resbaló del bolsillo
al diván un pequeño revólver de seis tiros. Sin
que él se diera cuenta, don Bosco puso
diestramente la mano encima y despacito se lo
metió en el bolsillo. Aquél, en su desatinado
hablar, había soltado frases provocativas, como si
quisiera armar camorra... Al llegar a cierto
punto, volvió su fulmínea mirada alrededor, echó
su mano derecha al bolsillo, hurgó una y otra vez
con señales de extrañeza y despecho, se puso en
pie, observó acá y allá y no se calmaba. También
don Bosco se había levantado y, mientras seguía el
otro sus frenéticas pesquisas, con toda
tranquilidad le preguntó:
->>Qué busca, señor?
-Tenía una cosa aquí en el bolsillo... Quién
sabe cómo... >>Pero, dónde habrá ido a parar?
-Habrá creído que la tenía y en cambio...
-íNo, no!, replicó aquel enfurecido, dando
vueltas por la habitación y penetrando en la
estancia contigua.
Don Bosco se aproximó rápidamente a la puerta
y, puesta su mano izquierda sobre el picaporte
dispuesto a abrir rápidamente, apuntó el arma
contra él y, sin descomponerse, le dijo:
->>Es esto lo que usted buscaba, verdad?
El bribón quedó de piedra y quiso apoderarse de
su revólver. Pero don Bosco le intimó con energía:
-íEa!, íSalga inmediatamente de aquí y que Dios
tenga misericordia de usted!
En aquel momento abrió la puerta y dijo a
algunos que estaban en la antesala que acompañaran
al señor hasta la portería. El asesino se
resistía, pero don Bosco replicó:
-íSalga y no vuelva más!
Finalmente salió.
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