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cigarra fue punto de partida de un genial discurso
que leyó un sacerdote y de un gracioso diálogo
entre tres muchachos que, en nombre de sus
compañeros, decían:
-Don Bosco no es más que una cigarra que canta,
sin cesar, que le ayudemos a salvar nuestra alma y
nosotros somos pequeñas cigarras que queremos
corresponder a sus invitaciones.
En un transparente de colores brillaban los
nombres de treinta y ocho localidades, donde se
levantaban las principales casas salesianas.
Dentro de un gran sobre hemos encontrado
veintinueve cartas de felicitación, escritas aquel
año por muchachos del Oratorio a don Bosco en su
día onomástico. La mayoría de los que las
escribieron se hicieron salesianos y algunos de
ellos viven todavía. Tomaremos de cada carta la
expresión más personal, siguiendo el orden en que
han llegado a nuestras manos; así tendremos un
nuevo elemento para conocer cada vez mejor la vida
íntima del Oratorio en tiempos de don Bosco.
José Zaio se encomienda a las oraciones de don
Bosco respecto a su vocación. Mayorino Olivazzo
desea que don Bosco le llame su hijo. José Rossi,
del tercer curso de bachillerato, querría asistir
a los ejercicios ((**It14.509**))
espirituales de Lanzo, pero teme que sus padres no
se lo permitan; pide, pues, consejo a don Bosco
sobre lo que debe hacer. Los dos hermanos Fracchia
escriben a su padre para decirle que le quieren
con amor sincero. Ramiro Lombardi ansía ser
misionero. Manuel Baudo desea corresponder cada
vez más a los beneficios que recibe de don Bosco.
Albino Carmagnola se encomienda a las oraciones de
don Bosco para que el Señor le haga humilde y puro
y le libre del servicio militar. Juan Aceto, que
trabaja de albañil, quiere ser misonero a toda
costa. Efectivamente, llegó a ser sacerdote y
misionero celosísimo. Alberto Coatto siente que la
gratitud, por los beneficios recibidos de don
Bosco, no se apagará jamás en su corazón.
Francisco Guazzotti se enternece por los
beneficios que recibe de don Bosco. Juan Bautista
Fauda, alumno de cuarto curso del bachillerato en
Lanzo, dice que tiene decidida voluntad de hacerse
misionero salesiano. Horacio Carlando escribe
expresiones de viva gratitud que conmueven.
Celestino Pirola se presenta a don Bosco como un
pobrecito, que tiene ansias de recompensar sus
beneficios, pero no es capaz de hacer más que
rezar. Atilio Renzoni ruega le obtenga la gracia
de poder adelantar siempre en la virtud. Santiago
Agosta felicita filialmente a su amadísimo padre.
Lino Bongiovanni pide la amistad de don Bosco y
que le señale un día para hacer confesión general.
Domingo
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