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((**Es14.435**) cigarra fue punto de partida de un genial discurso que leyó un sacerdote y de un gracioso diálogo entre tres muchachos que, en nombre de sus compañeros, decían: -Don Bosco no es más que una cigarra que canta, sin cesar, que le ayudemos a salvar nuestra alma y nosotros somos pequeñas cigarras que queremos corresponder a sus invitaciones. En un transparente de colores brillaban los nombres de treinta y ocho localidades, donde se levantaban las principales casas salesianas. Dentro de un gran sobre hemos encontrado veintinueve cartas de felicitación, escritas aquel año por muchachos del Oratorio a don Bosco en su día onomástico. La mayoría de los que las escribieron se hicieron salesianos y algunos de ellos viven todavía. Tomaremos de cada carta la expresión más personal, siguiendo el orden en que han llegado a nuestras manos; así tendremos un nuevo elemento para conocer cada vez mejor la vida íntima del Oratorio en tiempos de don Bosco. José Zaio se encomienda a las oraciones de don Bosco respecto a su vocación. Mayorino Olivazzo desea que don Bosco le llame su hijo. José Rossi, del tercer curso de bachillerato, querría asistir a los ejercicios ((**It14.509**)) espirituales de Lanzo, pero teme que sus padres no se lo permitan; pide, pues, consejo a don Bosco sobre lo que debe hacer. Los dos hermanos Fracchia escriben a su padre para decirle que le quieren con amor sincero. Ramiro Lombardi ansía ser misionero. Manuel Baudo desea corresponder cada vez más a los beneficios que recibe de don Bosco. Albino Carmagnola se encomienda a las oraciones de don Bosco para que el Señor le haga humilde y puro y le libre del servicio militar. Juan Aceto, que trabaja de albañil, quiere ser misonero a toda costa. Efectivamente, llegó a ser sacerdote y misionero celosísimo. Alberto Coatto siente que la gratitud, por los beneficios recibidos de don Bosco, no se apagará jamás en su corazón. Francisco Guazzotti se enternece por los beneficios que recibe de don Bosco. Juan Bautista Fauda, alumno de cuarto curso del bachillerato en Lanzo, dice que tiene decidida voluntad de hacerse misionero salesiano. Horacio Carlando escribe expresiones de viva gratitud que conmueven. Celestino Pirola se presenta a don Bosco como un pobrecito, que tiene ansias de recompensar sus beneficios, pero no es capaz de hacer más que rezar. Atilio Renzoni ruega le obtenga la gracia de poder adelantar siempre en la virtud. Santiago Agosta felicita filialmente a su amadísimo padre. Lino Bongiovanni pide la amistad de don Bosco y que le señale un día para hacer confesión general. Domingo (**Es14.435**))
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