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Mi querido don Antonio:
Es algo tarde, pero debo escribir para cumplir
mi promesa. Haga el favor de hacer llegar la carta
adjunta a su dirección, según sus posibles;
recibirá, además, por correo unas estampas de
María Auxiliadora para cada uno de esos buenos
clérigos, a los que dirá lo mucho que los quiero
en J. C. Querido don Antonio, le agradezco el bien
que nos hace como cooperador. Dios se lo pague, le
bendiga y le guarde. Siempre que venga algún
cooperador por aquí, mándenoslo como a su casa. Yo
ruego cada día por ellos, y les pido que ellos
recen también por mí, para podernos ayudar a ganar
muchas almas a Dios en la tierra y juntarnos
después un día todos en el reino de la gloria. Así
sea.
Dios les bendiga a ustedes y a todos nuestros
queridos Cooperadores y ruegue por mí, que soy en
N. S. J. C. su,
Turín, 17 de junio de 1880
Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D.: Compadezcan mi mala letra usted y los
clérigos mencionados.
La víspera de la fiesta de María Auxiliadora,
don Bosco recibió una visita muy importante. De
regreso de Roma, adonde había llevado un grupo de
peregrinos paisanos suyos, el húngaro Antonio
Lonkay, intrépido director del diario católico
Idok Tannuja de Budapest, pasó por Turín y quiso
ver a don Bosco a quien ya conocía de fama. Fue al
atardecer al Oratorio, donde el Beato lo recibió
con su acostumbrada bondad, empleando la lengua
latina, que aquél hablaba expeditamente; por
último, le entregó ((**It14.508**)) una
limosna y se hizo inscribir entre los Cooperadores
salesianos, dejando muy edificados por su piedad a
cuantos tuvieron ocasión de verle.
EN
LA FIESTA DE DON BOSCO
La demostración de afecto y estimación, que
solíase tributar a don Bosco cada año el 24 de
junio, resultaba cada vez más solemne por la
intervención de personajes de elevada posición y
de antiguos alumnos, por la variedad de regalos,
por las manifestaciones literarias y musicales y
por el entusiasmo general. La tarde del 23, el
Beato agradeció conmovido los hermosos testimonios
que le habían dado en la primera velada y terminó,
comparándose a sí mismo con la cigarra, diciendo:
-Yo no soy más que una cigarra que canta y
luego muere.
A la tarde siguiente y en la segunda velada, la
comparación de la
(**Es14.434**))
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