((**Es14.432**)
Dígitus Dei est hic, exclamó profundamente
conmovido, aquí está el dedo de Dios.
Aquí y en otras partes hemos citado
observaciones de don José Lazzero. Se leen en
algunos cuadernos, que propiamente sólo contienen
((**It14.505**))
poquísimas notas, expresadas con poquísimas
palabras; pero nos dan ocasión para una
consideración. Nueve décimas partes, por lo menos,
de estos apuntes se refieren a la iglesia de María
Auxiliadora. Teniendo en cuenta que don José
Lazzero llevaba la dirección de todo el Oratorio,
esto significa que, en vida de don Bosco, todas
las solicitudes de la casa del Oratorio convergían
al cuidado de la iglesia de María Auxiliadora.
Anotaremos todavía un detalle. La familia de
don Bosco casi se había duplicado el día de la
fiesta. A los muchos huéspedes, añadíanse los
alumnos de los colegios próximos y hay que pensar
también en las alumnas de las Hermanas y en las
numerosas señoras, que se reunían en casa de
éstas, a las que igualmente abastecía don Bosco.
>>Cómo se pudo preparar comida para tanta gente?
En ello pensó María Auxiliadora, moviendo a sus
caritativos devotos; éstos en efecto, desde los
días precedentes, como si se hubiese dado una
orden, habían enviado vino, carne, queso, fruta,
dulces y pasteles, en tal cantidad, que hubo para
todos. No exageró lo más mínimo quien creyó
descubrir también en este hecho el cumplimiento de
las palabras de Jesús: Buscad el reino de Dios y
su gloria y todo lo demás se os dará por añadidura
1.
Nos parece de acuerdo con la índole de estas
Memorias biográficas no dejar este apreciado tema
sin espigar algunas pequeñas noticias esparcidas
en una extensa relación, que se conserva en
nuestros archivos 2 y que trata precisamente de la
fiesta celebrada en 1880. Un ferviente cooperador
salesiano, el veneciano don Antonio Agnolutto,
deseoso de asistir de cerca a la gran solemnidad,
llegó el día 18 por la tarde al Oratorio donde fue
recibido con la máxima cordialidad por don Miguel
Rúa y los demás. Pudo saludar a don Bosco la
mañana siguiente; y el día 20 por la tarde, a eso
de las siete, fue llamado por el Siervo de Dios
para conversar un rato juntos, conforme al común
deseo. ((**It14.506**)) El
coloquio duró hasta las ocho. El buen sacerdote,
que tenía también que entregarle alguna limosna,
escribe así sus impresiones: <(**Es14.432**))
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