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He llegado a Turín muy cansado. En cada casa
salesiana me asediaba en seguida un tropel de
gente que no me dejaba un minuto de descanso. A
pesar de todo, he tenido grandes satisfacciones.
En todos los Salesianos reinan la unión, la
caridad y la observancia, y el Padre Santo, que ya
está bien informado, me dijo que es un hecho
prodigioso lo que, adiuvante Deo (gracias a Dios),
se ha podido hacer. El espíritu de piedad reina
entre nuestros alumnos y este año quizá se
dupliquen en número las vocaciones para la
Congregación.
Ruégole, por fin, señor cura, se digne
comunicar a los beneméritos señores y señoras de
nuestras Comisiones que el día 16, solemnidad de
Pentecostés, segundo de la novena de María
Auxiliadora, pienso hacer un servicio religioso
según sus piadosas intenciones. Todos nuestros
muchachos harán oraciones especiales y la santa
comunión, y yo celebraré la santa misa, invocando
las bendiciones del cielo sobre ellos y sus
familias.
Don Juan Cagliero está muy contento con la
hermosa ofrenda que la generosa Madame Jacques ha
hecho para nuestras Hermanas. Le escribiré a Ella
directamente. Subamos un peldaño cada vez y,
caminando hacia arriba, llegaremos al cielo. Pero
ahora todos los de casa, don Miguel Rúa, don Juan
Cagliero, don Celestino Durando, etcétera, le
invitan conmigo formalmente para que venga a
hacernos una visita en la fiesta de María
Auxiliadora. >>Nos hará este precioso regalo? Bien
entendido que puede traer con usted a quien más
guste.
Terminemos. El Señor le conserve, le recompense
y, si puede, comunique todo esto a don José
Bologna, a quien no puedo escribir más que al
vuelo. Rece por mi, que con toda gratitud y afecto
soy siempre suyo en J. C.
Turín, 9 de mayo de 1880
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
Dos días después, Francia volvió a darle una
buena ocasión para expresar sus sentimientos a los
católicos de aquella nación. El 11 de mayo
llegaron al Oratorio el abate Picard y el vizconde
De Damas, con una peregrinación francesa a Roma.
((**It14.496**)) Don
Bosco invitó a su mesa a los dos personajes,
mientras los peregrinos se dirigieron a la
residencia de la Juventud Católica. A poco de
terminar su modesto yantar, llevados del deseo de
ver a don Bosco, un centenar de ellos consiguieron
presentarse ante él en el comedor, donde
conversaba todavía con sus huéspedes y con algún
otro sacerdote; de allí pasaron a visitar la casa.
Pero, después de la bendición, volvieron con todos
los demás, que fueron recibidos a los acordes de
la banda bajo los soportales del colegio.
Se cantó un himno de ocasión y luego comenzaron
los discursos. Después de hablar el marqués
Garassini, presidente de la Juventud
Guiol; pero la Secretaría de Estado (carta de
monseñor Cretoni, 26 de agosto de 1880) contestó a
don Bosco en nombre del Padre Santo con un non
expedire.
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