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Dos viejos amigos de don Bosco, el marqués
Massoni y el señor Burlamacchi, habían comprado
una casita en Viareggio con la intención de
cederla a los Salesianos, para que atendiesen a la
juventud, allí muy abandonada; esperábanle, pues,
para que viera y decidiera. Don Bosco accedió a su
deseo; pero no sabemos qué se concertó allá.
Conocemos sólo una circunstancia, que demuestra
cuánto estimaban a don Bosco los que le trataban
de cerca. La señora Burlamacchi, después de
saludarle, le llevó a una habitación del piso
superior, despidió a todos los forasteros, se
retiró ella misma, e hizo que pasaran a verle uno
a uno todos los de la familia, para que oyeran de
sus labios una buena palabra y recibieran su
bendición.
Aquella tarde salió para La Spezia. Aquí fueron
huéspedes del ya mencionado señor Bruschi, ya que
no era posible preparar dos habitaciones en la
pequeña vivienda alquilada por los Salesianos. Don
Bosco, convencido ante la evidencia de la
necesidad de locales más amplios y más en
consonancia con el desarrollo que pensaba dar a la
obra, quiso decididamente que el director, don
Angel Rocca, se ingeniase para buscar los medios
con que se pudiese levantar desde los cimientos un
edificio capaz de admitir sucesivas ampliaciones.
Hay que decir, en honor a la verdad, que los
comienzos fueron muy poco halagüeños; las
circulares, visitas y conferencias de don Angel
Rocca no hicieron mucha ((**It14.491**)) mella
en la población de La Spezia de entonces. Pero don
Bosco, que tenía sus buenas razones para no estar
allí como un arrendatario más, no se desanimó.
Bastóle por el momento que, con el escaso dinero
recogido, se echasen los cimientos de una casita;
el resto vendría después, como de hecho vino.
Para no tener que volver más sobre este
principio de ampliación, cuyos cimientos se
colocaron el 16 de agosto, añadiremos aquí mismo
un detalle. Apenas comenzadas las obras, don Bosco
tuvo que enviar al Cardenal Protector una
relación, en la que describía los progresos que la
Congregación iba haciendo por todas partes, el
bien realizado por la misma y los favores
espirituales que las poblaciones recibían del celo
de los Salesianos. De ahí aprovechó la ocasión
para presentar
Muy querido don Rafael Cianetto:
1.° Rezaré y mandaré rezar con mucho gusto por
las religiosas Dominicas, a quienes Dios confía
esa cruz.
2.° Cruz no pequeña es la que lleva la joven
semiposesa. Dios la bendiga y la ayude.
3.° Rece por mí, que soy en J. C. su,
Turín, 3 de julio de 1880
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
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