((**Es14.416**)
espiritual, y quizá también material, a muchos
muchachos que tal vez caminarían hacia su
perdición e irían a parar a la cárcel; haber
impedido que aquellos muchachos llegasen a ser el
azote de la sociedad. Podéis creerlo: si ahora
rehusáis el óbolo para su educación, llegará tal
vez un día en que vendrán a quitároslo del
bolsillo. En cambio, si ahora os esforzáis por
acudir en su auxilio, la cosa tomará otro cariz.
Ellos serán los que os bendigan, reconocerán en
vosotros a otros tantos bienhechores y, si se
ofreciese el caso, estarán dispuestos a
defenderos, e incluso, a dar su vida para salvar
la vuestra. Además, ellos rezarán siempre por sus
bienhechores y la oración del pobre es siempre
agradable ante el trono del Eterno. Además, en
todas las iglesias y casas salesianas se hacen
cada día especiales oraciones por todos los
cooperadores salesianos.
Pero nosotros, como cristianos, debemos actuar
por un motivo más elevado, por un motivo de fe. El
Señor promete ya el céntuplo en esta vida y la
eterna felicidad en la otra por cada obra de
caridad, hecha por su amor. Añade, además, en el
Evangelio y nos da el precepto: Quod superest,
date pauperibus, dad lo superfluo a los pobres.
>>Pero dónde se puede encontrar este superfluo
para dedicarlo a los pobres? Lo superfluo puede
encontrarse, ahorrando en los viajes de puro
placer, en un vestido menos lujoso, en el servicio
de la mesa, en tapices y alfombras y cosas por el
estilo; e incluso, en bailes y teatros, aunque
esto no es para vosotros, sino para los que no
están aquí.
Pero, volviendo a la recompensa del céntuplo
prometida por el Señor, >>quién de vosotros no
daría con gusto, si en este momento se acercase
uno aquí a la puerta de la iglesia y se adelantase
diciendo: -Ea, quien tenga dinero para ponerlo al
interés del ciento por uno, que venga? Yo creo que
ninguno rehusaría entregar su óbolo. Pues bien, es
cierto que Dios da este céntuplo en la tierra,
bien conservando en vida a un hijo, bien haciendo
prosperar los campos; ora poniendo paz en las
familias, ora dando salud y librando de graves
enfermedades, en las que habría que gastar parte y
aun todo el patrimonio en médicos y medicinas; a
veces, evitando pleitos que darían al traste con
todos los haberes de la familia; otras, con el
respeto del hijo hacia sus padres y con el afecto
de los padres hacia sus hijos, evitando ciertas
desgracias y cosas parecidas. En conclusión, de
mil maneras el Señor encuentra el medio para
bendecirnos y darnos el céntuplo de las obras de
caridad que hacemos en favor de los pobres
jovencitos, además de la vida eterna.
((**It14.486**)) Pero
la cosa más consoladora todavía será ciertamente
lo que el Señor dirá a cada uno de nosotros cuando
nos presentemos ante su divino tribunal. El dice
que considera como hecho a sí mismo lo que se hace
por uno de sus pequeños, que son los muchachos
pobres. El, pues, nos dirá: -Estaba desnudo y tú
me vestiste, estaba hambriento y me diste de
comer, era peregrino y me diste albergue. Estaba
abandonado y me recogiste y hospedaste. Ven, pues,
a recibir el premio eterno que te está preparado
ab aeterno. Por el contrario, a quien no hubiere
hecho estas obras dirá: Estaba desnudo y tú no me
vestiste, tenía hambre y no me diste de comer,
estaba abandonado y no me recogiste.
Por último, el mayor consuelo lo
experimentaremos en punto de muerte, porque,
entonces, estos muchachos beneficiados por
nosotros se volverán a Dios y le dirán: éstos
salvaron nuestra alma, salvad Vos la suya: Animam
salvasti, animam tuam praedestinasti.
Las familias religiosas de la ciudad se
consideraban muy afortunadas por tener a don Bosco
aunque fuera unos instantes dentro de sus
(**Es14.416**))
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