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la docilidad de los alumnos a la voz de los
Superiores, que los exhortaban a aprovechar la
presencia de don Bosco para bien de sus almas.
El Beato confesó a los estudiantes y a los
clérigos; y empleó el tiempo que le quedaba libre
para dar audiencia a las personas de casa, de modo
que todos tuvieron comodidad para hablar con él.
Debió recibir allí mucha correspondencia, a
juzgar por la extraña expresión del secretario,
que escribió 1: <>.
Pero no faltó, sin embargo, algún refractario.
Se recuerda particularmente que había un colegial,
a quien no solamente no le gustaban las cosas de
la iglesia, sino que, encerrado en el colegio
contra su voluntad, odiaba hacía años a curas y
frailes. Se llamaba Mari. Don Bosco se encontró
con él, le puso la mano en la frente y le dijo:
-Tú serás un día religioso y sacerdote.
Al oír esto, el muchacho soltó una risa
sardónica y desdeñosa. Pero no siempre rió de esta
manera, pues en 1890 pasó por Turín ya sacerdote
con la cogulla de fraile menor y camino de las
misiones franciscanas de América del Sur. Visitó
el Oratorio ((**It14.482**)) e
invitado a comer por don Miguel Rúa, contó a los
Superiores sus propias vicisitudes.
El día 23 por la mañana toda la casa acompañó
hasta la estación al Siervo de Dios, que partía
para Florencia; acompañamiento alegre y clamoroso
y especialmente caracterizado por aquella
confianza que en aquellas tierras no se conocía
entre alumnos y superiores, pero, que don Bosco
consideraba como poderoso medio de educación. Don
José Daghero viajó con él hasta Orte, donde cambió
de tren para llegar, a la una de la noche, a la
ciudad de las flores. Allí se hospedó en el
palacio de la marquesa Uguccioni, verdadera mamá
de los Salesianos. También se mostró tan cortés
como de costumbre la marquesa Nerli. El secretario
nos repite que don Bosco pasó dos días haciendo y
recibiendo visitas, sin añadir detalle de algún
interés biográfico.
Una abundante documentación de nuestros
archivos, de la que nos valdremos a su tiempo, nos
da a conocer que, hacía dos años, existía en
Florencia una Comisión para la apertura de una
casa salesiana en la ciudad; los miembros más
influyentes conferenciaron repetidas veces con don
Bosco para buscar la manera de acelerar la
realización de la empresa. A decir verdad, no
necesitaba él de estímulos, le bastaba el
conocimiento de las necesidades locales, unido a
su celo por la salvación de la juventud; pero esta
vez tuvo en Florencia un
1 Carta de don Joaquín Berto a don Miguel Rúa,
Florencia, 24 de abril de 1880.
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