((**Es14.41**)
->>Yo? Nada.
-Y, sin embargo, parece que tiene usted algo
que decirme.
-Yo no tengo nada que decir.
->>Quiere usted confesarse?
->>Confesarme? íNi pensarlo!
->>Qué hace entonces aquí?
-Estoy aquí... porque no puedo marcharme...
-Comprendo... Señores, déjenme un momento solo,
dijo don Bosco a los que lo rodeaban.
Se separaron un poco los que estaban cerca, y
don Bosco susurró unas palabras al oído de aquel
hombre, que, cayendo de rodillas, se confesó allí
mismo en medio de la iglesia.
El otro hecho se lee en la Vida de don Bosco
escrita por D'Espiney, el cual lo oyó contar al
conocidísimo editor parisiense Josse. Se trata de
monseñor Postel, ((**It14.38**))
sacerdote docto y fecundo escritor, y hombre de
gran piedad. Fue a Niza para ver a don Bosco; en
el curso de la conversación preguntóle el prelado
a quemarropa:
-Dígame, >>tengo yo la conciencia en regla con
Dios?
El Siervo de Dios dibujando una ligera sonrisa
en los labios hizo ademán de retirarse, pero su
interlocutor le cortó el paso, cerró la puerta, se
metió la llave en el bolsillo y:
-Mire, don Bosco, le dijo; no sale usted de
aquí mientras yo no sepa cómo me encuentro con
Dios.
Profirió estas palabras con acento tan resuelto
que don Bosco se quedó pensativo unos instantes
con las manos sobre el pecho, una sobre otra,
según su costumbre y volvió la mirada, con ojos
llenos de bondad a Monseñor y le dijo pronunciando
distintamente:
-Usted está en estado de gracia.
-Pero me queda la duda, replicó aquél; que sea
su bondad la que haga hablar así.
-No, querido Monseñor, añadió don Bosco, lo que
digo lo estoy viendo.(**Es14.41**))
<Anterior: 14. 40><Siguiente: 14. 42>