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hablado en el Vaticano con quien correspondía para
la audiencia de don Bosco y que la esperaba muy en
breve. Volvió después al poco rato, y me enseñó
una tarjetita de monseñor Boccali, en la que se
decía que el Papa no tenía ninguna prevención
contra don Bosco y que daría las disposiciones
para la audiencia>>. De aquí se trasluce que don
Bosco, temiendo haber caído en desgracia con León
XIII, había manifestado su temor a aquel Camarero
secreto, su amigo.
Aquella posesa había sido llevada a don Bosco
desde fuera de Roma, y la exorcizó con un
exorcismo privado. En el momento en que la
bendecía y pronunciaba sobre ella el nombre de
Jesucristo y de María Auxiliadora, poco faltó para
que el diablo no ahogara a su víctima. Se pidió al
espíritu maligno su nombre y contestó: Petrus.
Nótese que la mujer era una pobre campesina; sin
embargo, hablaba incluso ((**It14.459**)) el
inglés en sus perturbaciones diabólicas. Se le
preguntó, en nombre de Dios, cuántos años hacía
que poseía a aquella persona.
-De dos a tres años, contestó.
->>Y qué haces aquí?
-Hago de guardián de Santa. (Este era el nombre
de la posesa.) ->>Dónde estabas antes?
-En el aire. Vosotros tenéis que luchar mucho
contra mí.
->>Por qué no quieres salir de ella? >>No ves
que aumentas tus penas, tu mal?
-Yo quiero el mal.
Después dio a entender que, para ser echado,
hacía falta un exorcismo solemne; mas, para ello,
se necesitaba permiso especial del Cardenal
Vicario, el cual estaba ausente y no volvería
hasta el día 21. Por consiguiente, se la envió a
su suplente, monseñor Lenti, y ya nada se supo de
ella. Pero de todos modos se obtuvo un buen
efecto, pues el señor que acompañaba al abogado
Agnelli, al oír las respuestas y ver los gestos de
la endemoniada, dijo:
-Nunca había creído en el diablo; ahora sí,
porque lo he visto.
Día de satisfacción fue el 5 de abril. Ya
seguro de que el Papa le era siempre benévolo, le
envió directamente una carta que puso fin a las
demoras; en las primeras horas se le entregó por
fin a don Bosco una tarjetita, anunciándole que el
Padre Santo se dignaba recibirle en audiencia
privada aquella misma tarde a las seis y tres
cuartos. El Beato trazó en seguida el acostumbrado
esquema de los asuntos a tratar.
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