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más en esta ocasión que cuando estaba en Marsella
rodeado de gloria>>.
Sin duda alguna, el grave infortunio afligió a
don Bosco 1; pero su habitual conformidad con la
voluntad de Dios, aun en sucesos penosos y
repentinos, no le dejó perder la paz. En efecto,
como si nada hubiera pasado, siguió atendiendo sus
asuntos e incluso escribió dos súplicas para
presentar al Sumo Pontífice pidiendo algunos
favores.
La primera era muy original: <>. La
condesa, ((**It14.458**)) que
padecía escrúpulos de conciencia, vacilaba tal vez
entre el deseo de dar cierta cantidad y el temor
de que fuese excesiva con relación a sus deberes
familiares; este expediente sería, pues, valedero
para tranquilizarla. El Papa accedió, pero
desconocemos la cantidad.
En la segunda súplica pedía don Bosco
indulgencias plenarias en muchas fiestas para
todos los fieles y en los ejercicios de la buena
muerte para los alumnos de las casas salesianas;
pedía, además, que estos favores, concedidos ya en
parte por León XIII ad tempus, fueran concedidos a
perpetuidad 2. Su fin era promover más y más, por
este medio, la comunión frecuente. Ignoramos el
contenido de la respuesta.
Dos días de la crónica: <>.
2 Apéndice, doc. 52.
3 Director del Osservatore Romano. En el
ejército pontificio, esente era un grado que
equivalía a coronel: sobrevive en el cuerpo de los
Guardias nobles.
(**Es14.393**))
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