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para obtener el favor y añadí también que traía
conmigo una cantidad considerable del dinero de
San Pedro. Se me contestó que, por esta semana, no
pensara en ello y casi no me dio esperanzas para
la siguiente. He pasado varias veces por las
oficinas de S. E. el cardenal Ferrieri, hice
incluso la petición por escrito, mas, hasta el día
de hoy, sigo sin esperanza de obtener audiencia.
Teniendo que contestar de algún modo a las
propuestas del Gobierno Argentino sobre la
Evangelización de las Orillas del Río Negro
(Pampas y Patagonia), me animo a dirigirme a V. E.
Rvma., como a nuestro protector y bienhechor
insigne, rogándole se digne decir una palabra al
Padre Santo en nuestro favor.
Pero, si el Padre Santo estuviese indispuesto o
por cualquier otro motivo no juzgase poderme
admitir a la implorada audiencia, acepto y acato
cualquier disposición.
Pasaré un momento a ver a V. E. para recibir
una palabra de contestación.
Con el ánimo lleno de gratitud, tengo el alto
honor de poder profesarme
De V. E. Rvma.
Roma, 22 de marzo de 1880.
Torre de'Specchi, 36.
Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It14.448**)) Hasta
siete veces se presentó don Bosco en busca del
cardenal Ferrieri, prefecto de la Sagrada
Congregación de Obispos y Regulares, durante el
tiempo que estuvo en Roma, mas sin lograr ninguna
audiencia. La última vez, mientras preguntaba al
servidor cuándo lo podría ver y éste aludía
evasivamente a las muchas ocupaciones de Su
Eminencia, he aquí que salió el secretario, a
quien volvióse al instante el Beato, diciéndole
con calma, un poco apenado:
-Pero >>estos jefes de Congregaciones no están
puestos para tratar los asuntos? >>Y si los
tratan, dónde y cuándo lo hacen?
El Monseñor se encogió de hombros.
Don Bosco siempre tenía muchos asuntos que
tratar con el prefecto de Obispos y Regulares;
pero en el ánimo del cardenal Ferrieri actuaban
siniestras prevenciones con respecto a él, que se
habían ido arraigando con la incesante gotera de
denuncias que le venían de Turín. Aquel continuo
presentar a don Bosco como si fuera un rebelde
obstinado contra la autoridad diocesana y un
transgresor sistemático de los sagrados cánones,
habría hecho mella hasta en un prefecto que no
hubiese tenido con el Ordinario de Turín las
relaciones del Eminentísimo Ferrieri; podía en
verdad parecer necesario estar en guardia para no
comprometer los derehos de la jurisdicción
episcopal ni las leyes de la Iglesia. Por lo
tanto, atendidas semejantes disposiciones de
espíritu, la firmeza del Beato, en defensa del
honor y de los
(**Es14.385**))
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