((**Es14.384**)
Si, además, también el otro quisiese alejarse,
hágalo a lugares y pueblos de direcciones
opuestas.
He recibido siete liras y serán cumplidas sus
piadosas intenciones.
Dios le bendiga y ruegue por mí, que siempre
seré en J. C. su
Roma, Pascua 1880.
Seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Durante la Semana Santa se movía por Roma una
peregrinación francesa. El día 24 por la mañana
fue don Bosco con don Francisco Dalmazzo a ver al
cardenal Nina y entró en la antesala del
Secretario de Estado, atestada de aquellos
peregrinos, entre los que se hallaba un grupo de
señores y señoras, procedentes de Marsella que lo
reconocieron y exclamaron todos a una: Il y a don
Bosco! (íEstá aquí don Bosco!). Al oír este grito,
todos los presentes se dirigieron precipitadamente
hacia él y se pusieron de rodillas pidiendo la
bendición. Don Bosco, sorprendido por aquel acto
improviso, se echó atrás, rehusando y diciendo que
en aquel lugar no estaba permitido a ningún
sacerdote bendecir, sino que esto pertenecía sólo
al Papa. A pesar de ello insistían en que querían
su bendición. Téngase presente que aquel correr
hacia don Bosco y echarse al suelo hizo temblar el
pavimento, de tal modo que en las salas contiguas
y superiores sufrieron la impresión de un
terremoto. Acudieron ((**It14.447**))
algunos Monseñores para ver qué había sucedido.
Incluso el Cardenal se asomó; pero, conmovido ante
la singular escena, dijo a don Bosco:
-Bendígales, pues de otro modo no se
levantarán.
Entonces don Bosco obedeció.
Don Bosco había recurrido a la experimentada
benevolencia de este Purpurado, dos días antes,
para obtener finalmente ser recibido por el Papa
en audiencia privada. La había pedido por escrito
tan pronto como llegó a Roma; había renovado la
petición de viva voz unos días después; pero la
contestación no llegaba nunca. Le escribió, pues,
así:
Eminencia Reverendísima:
Cuando se necesita una gracia extraordinaria,
se recurre a un santo, que esté muy cerca del
Señor en el Paraíso. Yo hago lo mismo con V. E.
Hace diez días que estoy en Roma y he venido,
como S. E. muy bien sabe, por asuntos urgentes de
nuestra Congregación y especialmente por las
Misiones de la Patagonia, sobre las cuales deben
tomarse importantes deliberaciones, que exigen una
preventiva aprobación del Padre Santo. Hace nueve
días que he pedido la necesaria audiencia; ayer
rogué al monseñor, Maestro de Cámara, tuviese a
bien ayudarme
(**Es14.384**))
<Anterior: 14. 383><Siguiente: 14. 385>