((**Es14.383**)
Un grave luto, que había sumido en el dolor a
una familia muy amiga, le inspiró una carta de
cristiano pésame, escrita el viernes santo. Había
muerto el cabeza de la familia Fortis 1; don
Bosco, tan pronto como se lo permitieron los
asuntos y los ojos enfermos, dirigió palabras de
consuelo al hijo mayor.
Mi querido Ricardo:
Nuestro buen Papá ya no está con nosotros.
Adoremos los divinos designios. Aguardábamos y
temíamos este golpe, pero no tan pronto. Imagino
tu pesar, el de Alfonso y, sobre todo, el de tu
buena mamá. En estas dolorosas situaciones los
católicos tenemos un gran consuelo que es el único
verdadero; el de orar y hacer buenas obras en
sufragio del alma del finado, mientras tengamos
vida, y, entre tanto, consolarnos con la firme
esperanza de que lo volveremos a ver, tal vez
pronto, es un estado mucho mejor que el de la vida
presente. Para común consuelo, te digo que he
rezado mucho por el alma del querido difunto y
que, por él, se hicieron oraciones y comuniones en
todas las casas de la Congregación.
Por lo que se refiere a ti y a Alfonso no
toméis por ahora ninguna determinación, rezad y
procurad consolar a mamá, con el respeto, la
sumisión y las prácticas religiosas.
Hacia el 20 de abril próximo, estaré en Turín.
Si, por acaso, vinierais a pasar algunos días
conmigo, me daríais un alegrón y podríamos hablar
de todo. Dios os bendiga a todos y rezad por mí,
que seré siempre en J. C. vuestro
Viernes Santo, Roma, 26 de marzo de 1880.
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
Del domingo de Pascua sólo hay un escrito muy
lacónico; pero, entre líneas, se lee bastante en
él. ((**It14.446**)) No es
posible calcular de quién se habla; la caridad y
la prudencia no permitían poner más claramente las
cosas en el papel; pero es fácil comprender de qué
se trata. Don Juan Piccini, párroco de Rive
d'Arcano, en Friuli, le había pedido consejo
acerca de lo que procedía hacerse; el Beato le
contestó 2.
Muy apreciado en J. C.:
Cayeron y caen los cedros del Líbano; dolorosas
caídas, recemos por los caídos y por nosotros para
que Dios nos preserve.
Guárdese el secreto.
Si hubiese consecuencias, procuren entonces
alejar a tiempo a la compañera, de modo que nadie
sepa dónde está.
1 Véase: vol. XIII, pág. 213.
2 El original se guarda en casa de la familia
del señor Hermenegildo Piccini, en Pozzo de
Codroipo.
(**Es14.383**))
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