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al rector de las escuelas Pías de Cracovia; pero
éste, no obstante las pesquisas que hizo, no logró
dar con él. Mientras tanto, llegó una petición de
informes sobre él de parte del párroco de Beuthem
y, casi al mismo tiempo, una grave denuncia
anónima de Cracovia, por la que se supo que vivía
en el convento de los Franciscanos de dicha
ciudad. Don Juan Cagliero le intimó inmediatamente
la suspensión como a religioso giróvago y le mandó
devolver las cartas de recomendación que se le
habían entregado antes de ((**It14.442**))
marchar. El sentenciado se justificó primeramente
por sí mismo lo mejor que pudo, pero después se
defendió modis et formis, por pluma de persona muy
experta que le preparó una concisa defensa en
latín, en la que disculpándose de las acusaciones,
pedía la secularización, para poder atender a su
madre, anciana y sola. Don Bosco, pues, para
proceder de modo que no se diera ocasión a
cavilaciones o motivo a cualquier observación,
esperó hasta encontrarse en Roma, donde poder
consultar con persona competente y así dar a la
cuestión la forma y requisitos convenientes. Por
tanto, con ayuda de don Francisco Dalmazzo,
extendió un decreto, concediendo la dispensa de
los votos, y declarando, por otra parte, a las
autoridades eclesiásticas que el sacerdote quedaba
suspenso, mientras no encontrase un Obispo
dispuesto a incardinarlo en su propia diócesis, y
manifestando, además, que estaba obligado a
terminar los estudios de teología dogmática y que
no había rendido todavía examen de confesión.
Pero, al mismo tiempo, movido por su caridad,
testimoniaba la buena conducta que había observado
durante su permanencia en la Congregación
Salesiana y humildemente lo recomendaba a la
benévola consideración de su Ordinario e invocaba
las divinas bendiciones sobre todos los que le
socorriesen 1. Por fin, sea lo que sea, lo vemos
aparecer en Roma, presentarse a menudo en casa de
Tor de'Specchi y como a punto de ir a Turín 2;
después de lo cual, se pierde su rastro.
Entre una y otra visita don Bosco, mientras
aguardaba la audiencia pontificia, dirigía cartas
a Turín y a Francia y también a otras partes; pero
sólo nos quedan seis de este primer período.
Teniendo que contestar a don Celestino Durando
sobre algún punto de las gestiones entonces en
curso para la aceptación de una escuela agrícola
ofrecida por la señora Astori en Mogliano Véneto,
se despacha en cuatro palabras, porque el
pensamiento del Oratorio lo traslada de pronto con
vehemencia a los muchachos y a los Hermanos de la
casa.
1 Véase: Apéndice, doc. núm. 51.
2 Carta de don Joaquín Berto a don Miguel Rúa,
Roma, 14 de abril de 1880.
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