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Desde el mes de enero, discutían las dos Cámaras
la cuestión de la enseñanza pública, pero con el
propósito, apenas encubierto, de asestar un duro
golpe contra las florecientes escuelas libres,
dirigidas por religiosos. En Marsella, en una
reunión tenida en casa del párroco Guiol,
presentes también los señores Rostand y Bergasse,
se había estudiado cómo prevenir eventuales
sorpresas. Don Bosco expuso su manera de ver, que
aclarará a tiempo oportuno, como veremos; sin
embargo, no quiso que se tomaran las cosas por la
tremenda.
-Suprimir las Congregaciones religiosas, dijo,
es como dar palmadas para espantar a los pájaros
que bajan a comer el grano, tendido en la era. Los
pájaros escapan al momento, pero luego vuelven uno
tras otro, de modo que, si no se está allí dando
palmadas todo el día, ellos siguen comiendo
siempre tranquilos. Del mismo modo, pasado el
momento de la supresión, también los religiosos
poco a poco vuelven a entrar y reanudan el
trabajo.
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