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Dios los bendiga a todos, mi querido señor
Cura, y le conserve en buena salud; ruegue también
por mí, que siempre seré para usted en J. C.
Niza, 4 de marzo de 1880.
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
No queremos pasar por alto dos pequeñas
anécdotas, interesantes para quienes deseen
conocer cada vez mejor el espíritu de nuestro
Beato Padre.
Un día alquiló en Niza un coche del servicio
público en una plaza;
cuando llegó la hora de pagar, se dio cuenta de
que no llevaba dinero;
dijo entonces al cochero que había dejado el
portamonedas en casa, pero que pasase por el
Patronato de San Pedro y allí le pagarían.
->>Por quién debo preguntar?
-Por mí.
->>Pero usted cómo se llama?
-Abate Bonomo 1.
Al caer de la tarde llegó el cochero al
Patronato. Don Bosco se había olvidado de advertir
lo sucedido a los de casa. Así que, cuando
preguntaron a nuestro hombre a quién buscaba,
contestó como acabamos de decir. El secretario,
enfadado, le dijo señalándole la puerta:
-Aquí no hay ningún Bonomo.
Pero el hombre levantó tanto la voz, que don
Bosco, al oír el altercado y comprender el motivo,
se asomó.
-íVoila l'abbé Bonhomme! (íEste es el abate
Bonomo!), gritó triunfante el cochero.
Don Bosco riendo le pagó, dándole más de lo que
él se esperaba.
La segunda anécdota es completamente distinta.
Una tarde, después de cenar en casa de un
bienhechor, volvía a casa ya anochecido acompañado
por don José Ronchail y, al atravesar unas
callejuelas solitarias, se ensució
desagradablemente los zapatos. Ya en casa, se
encerró en su habitación, pero no podía soportar
el hedor. Como no quería confiar a otro ((**It14.436**)) un
servicio tan bajo y nauseabundo, se puso el mismo
a limpiar. Estaba ya a punto de acabar, y como
observara el Director, que tenía la luz encendida,
entró en su habitación y sorprendió a don Bosco
ocupado en aquella tarea. Le arrancó de las manos
los zapatos y terminó la obra, conmovido por tanta
humildad.
1 Buen hombre.
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