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en francés, lengua que le es más fácil en la
lectura que en el púlpito;
((**It14.434**)) pero
sus frases sencillas y al estilo italiano parecían
gustar aún más a los oyentes, embelesados con su
palabra de apóstol>>.
La colecta confirmó la verdad de esta
afirmación; en efecto, pasó don Bosco la bandeja y
todos, desde el Obispo hasta el más humilde de los
presentes, dieron su limosna con generosidad. Un
señor entregó una moneda de oro.
-Que Dios se lo recompense, dijo don Bosco.
-íOh! Si es así, que me recompense más todavía,
contestó aquél doblando la oferta.
Algunas familias no se conformaron con las
entregas hechas en las dos colectas y enviaron más
cantidad por carta.
Lo dicho de Marsella explica suficientemente
cómo don Bosco no pudo, en los últimos momentos,
cumplir ciertos deberes de cortesía, como el de
despedirse personalmente del Obispo y de otras
personas distinguidas. Se apresuró, pues, apenas
pudo, a escribir al párroco de San José sobre este
particular. El autógrafo, con aquella su
escritura, aún más deforme de lo acostumbrado y
muy difícil de descifrar, prueba la verdad de lo
que en ella dice sobre su cansancio.
Pero éste no le impidió añadir una observación
que debía interesarle mucho manifestar sobre las
maravillas obradas por Dios en su persona.
Muy querido señor Cura Párroco:
Estoy en Niza, pero tuve que salir de ahí sin
poder saludarle y darle las gracias por la gran
caridad y benevolencia, que tuvo conmigo y con
todos los pobres Salesianos; se lo digo también en
nombre de don Juan Cagliero. Dios se lo premie y
reciba nuestra más sincera gratitud.
Ahora necesitaría que usted me hiciese un
recado muy importante para el señor Obispo, a
quien no me es posible escribir. Que le hiciese
una visita, rogandole me disculpe por haber salido
sin pasar a recibir sus encargos para Roma y
agradecerle su paternal bondad, por su ofrenda y
por las hermosas palabras, que se dignó pronunciar
en honor de nuestro Oratorio de San León. Que, si
puedo servirle para algo en Roma, me consideraré
feliz de poder hacerlo.
Creía poder descansar en los primeros días de
mi llegada a esta ciudad; pero empezaron en
seguida las consabidas visitas de la gente, y
ahora me encuentro tan cansado que no puedo más.
Pasado mañana partiré para la ciudad eterna, sin
haber podido tratar algo que interesa a ((**It14.435**)) esta
casa. íQué fácilmente se deja engañar el vulgo!
íCosas del Señor, efecto de su inmensa
misericordia, se las querría juzgar como obras del
hombre!
Todavía no he podido escribir a don José
Bologna. Le agradeceré le dé mis noticias. Espero
que, en algún lugar, tendré tiempo para escribir a
algunos marselleses, que insisten en recibir
contestación.
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