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don José Ronchail, que fue sustituido después por
don Juan Cagliero, apenas regresó de España. Este
encontró que don Bosco tenía <>. En efecto, le
había aumentado bastante el dolor y la inflamación
del ojo enfermo 1.
De las dos visitas, nada sabemos con respecto a
Saint-Cyr, y muy poco respecto a La Navarre;
guarda un vago recuerdo de ello un sacerdote
salesiano viviente, don Miguel Blain, aquel
Miguelito Blain, cuyo nombre ya saltó a los puntos
de nuestra pluma al exponer ((**It14.423**)) el
sueño de 1877 sobre la escuela agrícola de La
Navarre 2. Era huérfano de padre y perdió también
a la madre el mismo día que se abría la casa de
San José, el 8 de julio de 1878. Una tía materna,
carmelita, lo envió a los Salesianos de aquella
casa, que lo recibieron el 16 de octubre del mismo
año. Tenía buena voz y buen oído, por lo cual fue
admitido en seguida en el coro. Ya hemos narrado
cómo, oyéndolo cantar, don Bosco reconoció
entonces en él al jovencito del sueño.
Al acercarse la fecha de la salida de Marsella,
quiso don Bosco que se invitara a los Cooperadores
y a las Cooperadoras para la conferencia que había
sido imposible dar en la fiesta de San Francisco
de Sales; deseaba inaugurar con alguna solemnidad
la parte ya terminada del nuevo edificio y dar así
a los bienhechores una muestra tangible de la
seriedad con que se atendía al desarrollo de la
obra. Se eligió para la reunión el viernes 20 de
febrero, día en que se celebraba el aniversario de
la elección de León XIII. El Obispo, monseñor
Robert, aceptó la presidencia; le hicieron corona,
con don Bosco y el párroco Guiol, los miembros de
la Sociedad Beaujour, y asistieron muchos
eclesiásticos, muchos seglares distinguidos, un
selecto grupo de señoras y notable concurso de
personas del pueblo. Un jovencito leyó un discurso
en honor <>, como él lo saludó. Contaba que había
descubierto un tesoro y corría a ponerlo a sus
pies, pues sabía la extrema necesidad que
atravesaba de medios económicos para llevar a
término su empresa; pero que el tesoro hallado y
llevado a sus pies, había sido sólo un sueño;
sueño que él esperaba fuera realidad, gracias a la
generosa caridad de los Cooperadores y
Cooperadoras marselleses. Después, un clérigo
saludó al Obispo expresándole respetuosos
sentimientos y poniendo el Oratorio de San León
bajo su benévola y paternal protección. Por
último, tomó la palabra don Bosco. La Gazzette du
Midi publicó una larga ((**It14.424**))
relación,
1 Carta mencionada del 12 de febrero.
2 Véase: Vol. XIII, pág. 461.
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