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suelo, levantó el faldón de la sotana y
enseñándole las piernas, tan hinchadas que
parecían dos columnas o almohadas, le dijo:
-íQuerido mío, ánimo! íDescansaremos en el
paraíso!
El citado don Anacleto Ghione, que era el
prefecto de la casa de Marsella, le encontró una
noche, después del rezo de las oraciones, solo en
un corredor y al verle, contra su costumbre algo
turbado, le preguntó si se encontraba mal.
Respondió que no, pero que estaba indignado,
porque una señora enferma de los ojos había
pretendido a toda costa que le pusiera las manos
sobre los ojos.
-Yo, dijo, jamás pondré las manos en la cara de
una mujer por todo el oro del mundo.
Otro pensamiento lo amargaba mucho.
-El pueblo, siguió diciéndole con pena, muy
ignorante en cosas de religión, cree que es don
Bosco quien obra las curaciones ocurridas en estos
días. Pero no es así, ((**It14.422**)) no es
don Bosco; es por la intercesión de María
Auxiliadora; es María la que obtiene las gracias.
Entonces don Anacleto, para librarse de una
curiosidad, que hacía tiempo le picaba, preguntóle
con toda confianza:
-Escuche, don Bosco,. cuando se le presenta una
persona y le pide la bendición para obtener una
gracia o una curación, en aquel momento, >>sabe
usted si está destinada o no a obtener la gracia
mediante la bendición que le va a dar?
Contestó:
-Cuando se me presenta una persona, yo no sé
nada de si está destinada a obtener la gracia;
pero, mientras le doy la bendición, me viene como
una especie de inspiración, como si yo quisiera
tentar al Señor, y digo a aquella persona:
levántese, vaya a dar las gracias a la Virgen. Y,
en aquel instante, la persona se siente realmente
curada 1.
En la primera semana de febrero, don Bosco
visitó las casas de Saint-Cyr y La Navarre, y de
allí volvió a Marsella 2. Lo acompañaba
1 Carta de don Anacieto Ghione a don Juan
Bautista Lemoyne, Ivrea, 30 de agosto de 1912.
2 En la Crónica de las Hijas de María
Auxiiiadora se dice que don Bosco fue a Saint-Cyr
en enero; pero esto no pudo ser. En efecto, desde
Marsella escribía don Juan Cagliero a don Miguel
Rúa el 5 de febrero: <>. Y el 12, después de su
regreso a Marsella: <>. (Don J. Cagliero quería recordar su
viaje a España, con el clásico <>, que
escribió con tres admiraciones. N. del T. ).
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