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y crearon una verdadera riada de visitantes que,
durante jornadas enteras, transformaron la casa en
una lonja. Don Juan Cagliero, de vuelta de
Sevilla, informaba así a don Miguel Rúa 1:
<((**It14.418**)) a don
Bosco (...) me recuerdan lo que sucedió en Roma en
el 1864, cuando hacía allí lo mismo que está
haciendo aquí. Se ha establecido una especie de
corriente eléctrica por todos los barrios de la
ciudad para comunicar a todos cuanto don Bosco ha
dicho, ha hecho y va a hacer en favor de toda
clase de menesterosos espirituales y corporales
(...). Este extraordinario concurso de gente,
grandes y pequeños, ricos y pobres, religiosos y
seglares, crece y aumenta cada día más. Como todos
los necesitados antes aludidos son grandemente
favorecidos, ha habido que diferir la salida de
Marsella hasta el domingo. Marsella es ciudad de
grandes fortunas, de mucha fe y enormes
necesidades. Y no exagero al afirmar que don
Bosco, si el tiempo se lo permitiera, sería capaz
de hacer aquí lo que el profeta Jonás en Nínive. A
sus pies caen de rodillas, deshechos en llanto,
hombres bigotudos que meten miedo, pecadores
empedernidos, mujeres vanidosas y religiosos
tibios. Pero lo que más admira y asombra es que se
abren a la beneficencia y a la caridad carteras
cerradas hasta ahora e insensibles a las
necesidades del pobre>>.
No sucedía así con las carteras durante las
primeras semanas, en las que todo era <> 2. Pero conviene añadir también
que don Bosco no solía pedir limosna
individualmente a ninguno; solamente, si le
preguntaban, se limitaba a exponer su necesidad
para que quien le oía actuara como le dictaba el
corazón. De esta su actitud nació una
equivocación, que él no hizo nada por disipar.
Acompañado por el párroco Guiol, visitó por vez
primera a la señora Prat, que, deseaba socorrer
las obras salesianas, pero aguardaba a que don
Bosco pidiera. Así pues, ella sacó con esta
intención la conversación sobre sus obras, pidió y
obtuvo explicaciones, pero no le oía aludir a la
necesidad que tenía de socorros. Entonces pasó a
observar cómo había tantas buenas obras en la
Iglesia que necesitaban insignes bienhechores; don
Bosco aprobó la observación. ((**It14.419**)) Habló
ella, después, de las grandes limosnas que daba a
las Hijas de la Caridad y a las Hermanitas de los
Pobres; don Bosco la alabó, exhortándola a
continuar. Sorprendida de que no pidiese nada para
sí mismo,
1 Carta de 17 de febrero de 1880.
2 Carta de don José Ronchail a don Miguel Rúa,
Marsella, 30 de enero de 1880.
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