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mejores calificaciones; a una, que aspiraba al
título de grado superior, abrióle un libro, que
ella tenía en la mano y le señaló un punto, sin
decir por qué. Una de las otras, la que poco antes
había leído el saludo, apellidada Aiguier, tenía
intención de hacerse religiosa de la Inmaculada
Concepción, pero quería entrar en un convento de
clausura de la misma Congregación para dedicarse a
la vida contemplativa; pero se oponía la Superiora
General, que exigía sacase el título y se quedase
entre las religiosas de enseñanza. La estudiante,
obstinada en su idea, rehusaba presentarse a
exámenes y confió a don Bosco su intención. Don
Bosco dirigiéndole una mirada que ella no olvidó
jamás, abrió ante ella al acaso la Littérature de
Meneket y le dijo:
-Usted nunca será religiosa, sino ((**It14.417**)) que
tendrá que trabajar.
Saque el título, resultará la primera de todas. Un
día lo necesitará.
La señorita Aiguier, que vive todavía en
Marsella 1, al narrar el hecho, dice que la mirada
de don Bosco le pareció, en aquel momento, que le
indicaba que, aun sin hacerse religiosa, viviría
siempre como tal; pero añade que, de buenas a
primeras, aquella frase vous ne serez jamais
réligieuse (usted no será nunca religiosa) la
había contrariado bastante.
Todo se cumplió al pie de la letra. En el
examen le dictaron la página señalada por don
Bosco. De todas las que aprobaron, Aiguier obtuvo
la máxima calificación, seguida inmediatamente en
la lista por las compañeras, que obtuvieron
calificaciones superiores a las de todas las demás
examinadas. A su compañera de título superior le
preguntaron precisamente el punto donde don Bosco
había puesto la mano y alcanzó óptima
calificación. La señorita Aiguier no se hizo
religiosa, aunque su confesor se había mostrado
escéptico sobre la predicción de don Bosco. Como
pertenecía a una familia de grandes comerciantes,
se prometía un porvenir cómodo, sin necesidad de
dedicarse a la enseñanza; pero, de la noche a la
mañana, la fortuna le volvió la espalda; su padre
perdió todos sus haberes por una desgraciada
operación comercial y, entonces, comenzó para ella
el calvario de la escuela. Gracias al providencial
título, pudo ayudar a la familia a ganar el pan de
cada día. Se le presentaron ocasiones halagüeñas
en sus buenos tiempos; pero no quiso nunca casarse
y vive sola, solita como una monja.
Las noticias de estos y otros prodigios de este
mismo género, no todos bien conocidos por
nosotros, fueron corriendo de boca en boca,
1 Vive en <> (antes Filomena), núm.
39, y tiene relaciones editoriales con los
Salesianos del Oratorio de San León.
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