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((**Es14.357**) rezaría por la conversión del esposo y por la curación del hijo; pero le recomendó que rezara ella también, haciendo la acostumbrada novena a María Auxiliadora. Cuando volvió a casa dijo la señora a su marido que había visto a don Bosco. Aquél se enojó, montó en cólera y gritaba que don Bosco era un cura y él no creía en los curas. Con sus palabras mezclaba blasfemias contra Dios e imprecaciones contra la mujer. Cuando se calmaron las furias, sentáronse a comer. En el curso de la conversación, dijo la señora que había recomendado a don Bosco la curación del hijo; pero el otro se encogió de hombros. Pues bien, en aquel momento, gritó de repente el pequeñín. -íPapa, papá! Era la primera vez que oían su voz. El padre emocionado, pero no vencido, se enterneció, se levantó de la mesa y se encerró en su habitación A la mañana siguiente, fue a visitar a don Bosco y le declaró francamente que le repugnaba prestar fe a los sacerdotes. -íOh!, le respondió don Bosco; si no me quiere como sacerdote, míreme como amigo. Después, poquito a poco, fue iluminándolo hasta que aquél, que ya tenía el corazón alborotado con el portento del día anterior, se rindió, movido también por la bondad de su interlocutor. En conclusión, la conversación acabó con la confesión del incrédulo, que puso en sus manos una generosa limosna al despedirse. Se guarda todavía el recuerdo de singulares intuiciones y verdaderas profecías. Es gracioso lo que le sucedió a la viuda Ponge. Presentó la señora a don Bosco sus dos hijos, para que los bendijese; ((**It14.415**)) quería después explicarle cómo uno le daba grandes disgustos, pero el Beato, sin darle tiempo a manifestar su pensamiento, puso la mano precisamente sobre el hombro del díscolo, diciéndole: -íEa, Carlos, has de ser el consuelo de vuestra buena madre! Nadie le había dicho a don Bosco el nombre del muchacho ni hablado de su conducta. El muchacho quedó tan impresionado que, como consta en el documento de nuestros archivos, jamás volvió a dar a su madre ningún motivo de queja. A una enferma le predijo el término de su mal, pero en un sentido que, de buenas a primeras, no fue entendido. Fue un dí a al colegio de las religiosas del Sagrado Corazón y le rogaron que visitara a una Hermana, que padecía mucho de los ojos, la cual le suplicó que la curase. -Sí, sí, contestó sonriendo; pasado mañana vera usted cosas muy hermosas. (**Es14.357**))
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