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sacrificio de nuestra parte. He tenido siempre
plena confianza en usted y estoy convencido de que
no nos faltará su bondad>> 1.
((**It14.406**)) <> habían entrado en su período agudo
en el mes de septiembre. Había pedido entonces el
párroco a los Salesianos un servicio imposible y,
desde ese momento, comenzó a guardar cierta
aversión contra ellos y contra don Bosco mismo 2,
a quien creía estaba de acuerdo con el Director
para contrariarlo. Pero el resquemor venía desde
lejos. Hay que saber que, a veces, con motivo de
servicios religiosos, había tres sacerdotes fuera
de casa a un tiempo. Esto sucedía sobre todo con
los funerales, muy frecuentes y muy largos según
costumbres locales, y, además, se requería más de
una hora de coche hasta el Cementerio. Los
Salesianos tenían que preparar a los muchachos
cantores, dirigir la escolanía de la parroquia, el
clero infantil y destinar un determinado número de
jóvenes para acompañar el Viático y los entierros
siempre que lo pedía el Párroco; todas las fiestas
un Salesiano tenía que binar en la parroquia y
después de la segunda misa, que era la última,
bendecir a las madres recientes y acompañar
entierros al cementerio. Como la parroquia era muy
grande, estas caminatas se repetían hasta tres
veces al día. Por este servicio recibían los
sacerdotes ciento cincuenta francos al mes, aunque
el canónigo Guiol había convenido sólo ciento con
don Bosco. Nótese, además, que en la ciudad el
oficio de acompañar a los difuntos no era muy
honroso, pues se confiaba a sacerdotes que no
predicaban, ni confesaban, llegados de Italia en
busca de dinero y no siempre intachables por su
conducta.
Un día le dijeron a don José Bologna los
dominicos:
->>Cómo puede ser esto? >>Es que los Salesianos
han venido a Marsella para ser los sepultureros de
la parroquia?
Adviértase, por fin, que gravámenes tan
insoportables tenían que durar para siempre.
Cuando don Bosco firmó el convenio no conocía las
costumbres locales y jamás hubiera imaginado la
existencia de tales obligaciones. El suponía que
todo sería como en Italia, donde el servicio
parroquial de los nuestros consistía en cooperar
al bien de los fieles, pero dando siempre
preferencia a los deberes con los muchachos de la
casa, sin sombra ((**It14.407**)) de
servidumbre. Se comprenden, pues, las
interminables reclamaciones de los Salesianos a
Turín y las exhortaciones de don Bosco a tener
todavía paciencia.
1 La carta fue dictada a don Pablo Albera, como
se ve por la letra, y fue firmada por don Bosco.
2 Carta de don Anacleto Ghione a don Juan
Bautista Lemoyne, Ivrea, 30 de agosto de 1912.
(**Es14.350**))
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