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-íEs don Juan Cagliero!, respondió el Director.
->>Es posible? >>Don Juan Cagliero? íNo le he
reconocido ni por la voz!
No le había conocido por la voz, porque don
Juan Cagliero estaba algo ronco y había hablado en
francés. Al oír esto, echóse a reír con todas sus
ganas y les duró la risa hasta el palacio del
conde, donde cenaron. Aumentó todavía más la risa
al volver a casa, porque don Juan Cagliero había
seguido la comedia, engañando a varios hermanos
con su hablar francés y su sombrero de corte
español, puesto que debía seguir viaje a Sevilla.
El 16 por la mañana salió don Bosco con don
José Ronchail hacia Fréjus, donde lo esperaba
monseñor Terris a comer y, para honrarlo, había
invitado también a su Vicario General y a otras
personas distinguidas; allí se prolongó la
conversación hasta las cuatro y media, hora de la
partida para Marsella. En el tren se juntaron con
don Juan Cagliero y Rossi, que se dirigían a
Marsella; pero viajaron juntos sólo un trecho,
porque don Bosco y su secretario cambiaron de ruta
para dirigirse a HyŠres. Esta vez no hubo en
HyŠres incidentes parecidos a los del año
anterior, pues, al salir de la estación,
encontraron a don Pedro Perrot, Director de la
casa de San José en La Navarre, y el carruaje del
óptimo señor De Bouting, que se mostró
contentísimo de darles hospitalidad durante los
tres ((**It14.403**)) días,
que se detuvieron en la pequeña, pero encantadora,
ciudad. A su llegada, encontró don Bosco reunidos
en el espléndido salón del palacio condal a un
buen grupo de Cooperadores, que, apenas le vieron
entrar, lanzaron un grito de alegría y corrieron a
su encuentro para darle la bienvenida. Después de
cenar, hubo charla hasta las once, tan grande era
en todos aquellos nobles señores el deseo de oír
al Beato.
En HyŠres, como en Niza, no tuvo don Bosco un
momento de reposo por las continuas visitas y
audiencias; no hubo persona religiosa de la
nobleza o de la clase acomodada, tanto de HyŠres,
como de la colonia, que no quisiese verlo,
aconsejarse con él, exponerle su situación,
encomendarse a sus oraciones. Tuvo también que ir
a visitar a muchos enfermos, deseosos de recibir
su bendición.
El domingo, 18, celebró la misa en la iglesia
parroquial en un magnífico altar dedicado a la
Virgen de Lourdes. Le ayudaron dos diáconos; y
asistieron numerosos fieles, entre ellos muchos
Cooperadores y Cooperadoras. Fueron tantos los que
quisieron recibir la comunión de sus manos que fue
preciso hacer una excepción a la regla, pues no se
acostumbraba dar la comunión allí fuera del altar
mayor.
Entretanto, se asomó un alegre grupo de
muchachos de La Navarre,
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