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((**Es14.347**) -íEs don Juan Cagliero!, respondió el Director. ->>Es posible? >>Don Juan Cagliero? íNo le he reconocido ni por la voz! No le había conocido por la voz, porque don Juan Cagliero estaba algo ronco y había hablado en francés. Al oír esto, echóse a reír con todas sus ganas y les duró la risa hasta el palacio del conde, donde cenaron. Aumentó todavía más la risa al volver a casa, porque don Juan Cagliero había seguido la comedia, engañando a varios hermanos con su hablar francés y su sombrero de corte español, puesto que debía seguir viaje a Sevilla. El 16 por la mañana salió don Bosco con don José Ronchail hacia Fréjus, donde lo esperaba monseñor Terris a comer y, para honrarlo, había invitado también a su Vicario General y a otras personas distinguidas; allí se prolongó la conversación hasta las cuatro y media, hora de la partida para Marsella. En el tren se juntaron con don Juan Cagliero y Rossi, que se dirigían a Marsella; pero viajaron juntos sólo un trecho, porque don Bosco y su secretario cambiaron de ruta para dirigirse a HyŠres. Esta vez no hubo en HyŠres incidentes parecidos a los del año anterior, pues, al salir de la estación, encontraron a don Pedro Perrot, Director de la casa de San José en La Navarre, y el carruaje del óptimo señor De Bouting, que se mostró contentísimo de darles hospitalidad durante los tres ((**It14.403**)) días, que se detuvieron en la pequeña, pero encantadora, ciudad. A su llegada, encontró don Bosco reunidos en el espléndido salón del palacio condal a un buen grupo de Cooperadores, que, apenas le vieron entrar, lanzaron un grito de alegría y corrieron a su encuentro para darle la bienvenida. Después de cenar, hubo charla hasta las once, tan grande era en todos aquellos nobles señores el deseo de oír al Beato. En HyŠres, como en Niza, no tuvo don Bosco un momento de reposo por las continuas visitas y audiencias; no hubo persona religiosa de la nobleza o de la clase acomodada, tanto de HyŠres, como de la colonia, que no quisiese verlo, aconsejarse con él, exponerle su situación, encomendarse a sus oraciones. Tuvo también que ir a visitar a muchos enfermos, deseosos de recibir su bendición. El domingo, 18, celebró la misa en la iglesia parroquial en un magnífico altar dedicado a la Virgen de Lourdes. Le ayudaron dos diáconos; y asistieron numerosos fieles, entre ellos muchos Cooperadores y Cooperadoras. Fueron tantos los que quisieron recibir la comunión de sus manos que fue preciso hacer una excepción a la regla, pues no se acostumbraba dar la comunión allí fuera del altar mayor. Entretanto, se asomó un alegre grupo de muchachos de La Navarre, (**Es14.347**))
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