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CAPITULO XVI
EL BEATO DON BOSCO VISITA LAS
CASAS DE FRANCIA
LOS asuntos de Marsella le imponían un nuevo viaje
a Francia. Las obras de construcción, que allí se
hacían, reclamaban dinero y el dinero faltaba; la
cuestión del servicio parroquial, calladita
durante una temporada, volvía molestamente a
flote, y urgía encontrar un remedio; había asuntos
de importancia con la Sociedad Beaujour, que no
podían resolverse desde lejos.
Por todos estos motivos don Bosco, firme en su
propósito de dar a la Congregación una marcha
expedita y segura en Francia, dejando de lado toda
otra consideración y sin tener en cuenta molestias
físicas, volvió a ponerse en camino en aquella
dirección. Y realmente la Providencia demostró con
los hechos que aquel viaje respondía a sus arcanos
designios.
El Beato Padre llegó felizmente a Niza el
miércoles 14 de enero por la noche; muy pocos de
sus hijos lo vieron a su llegada, no por lo
avanzado de la hora, sino porque ninguno le
esperaba. Don José Ronchail, el director, que
llevaba dos días yendo inútilmente mañana y tarde
a la estación, se retiró a su habitación a eso de
las diez, después de ver pasar, hacía rato, el
último tren. Mas, de repente, a las diez y media
oyó ruido de pasos y palabras debajo de la
ventana. Se asomó y distinguió claramente, como él
se expresa, <>.
Bajó precipitadamente, le saludó y le preguntó
si ((**It14.401**)) había
pagado ya el coche.
->>Qué dices?, le contestó. >>Crees tú que, un
joven como yo, necesita coche para venir hasta
aquí desde la estación?
Pero el coadjutor Rossi, que lo acompañaba
desde Turín y algún otro de la casa que, con pocas
esperanzas, había ido a esperarle, le confirmaron
que, a pesar de sus insistencias, don Bosco había
querido hacerles ver que todavía era capaz de
darse un paseo de tres cuartos de hora a las diez
de la noche.
Y no parecía cansado; en efecto, no fue a
descansar hasta después
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