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((**Es14.333**) Chambéry, apurada ante semejante oposición, pensó en sor Clementina y un día la llamó y le dijo a quemarropa: ->>Iría usted a las misiones? Sorprendida la religiosa por semejante pregunta, contestó que, si su enfermedad la dejaba, iría de mil amores. La Superiora no le dijo más. Enardecióse en ella el deseo y el azoramiento natural de quien se ve a punto de alcanzar algo tanto tiempo ansiado en vano, y presa de la mayor agitación, fue a la capilla a pedir a don Bosco que la ayudara en un trance tan decisivo. Hacía media hora que rezaba, cuando la Superiora se le acercó con un telegrama del Delegado, el cual habiéndosele pedido su beneplácito para una monja italiana, respondía afirmativamente. Ante tal noticia, sor Clementina se alborozó. Se repuso durante quince días, hizo algunos preparativos y partió. Volvió a Turín en 1891 para visitar a su familia y regresar a su puesto. En esta ocasión, contó a don Domingo Belmonte la profecía de don Bosco y concluyó diciendo: -Ahora me siento completamente feliz. La salud me permite cumplir todas mis obligaciones. Tengo conmigo cuarenta hermanas y cincuenta enfermos. En nuestro hospital, los médicos protestantes prestan de buen grado sus servicios. ((**It14.386**)) También hizo don Bosco una predicción, no ya a una monja, sino a la comunidad turinesa de las Hermanas de Santa Ana. Estas religiosas habían sido invitadas a abrir una casa en Roma; pero no se decidían a ir, por miedo a no encontrar allí ayuda y ambiente. Quisieron consultar antes a don Bosco; y éste les dijo resueltamente que fueran. Contestaron que carecían de medios para hacer semejante fundación. -Vayan tranquilas, replicó don Bosco; no pasará mucho tiempo sin que tengan una gran casa. Confiando en su palabra, fueron y se alojaron en una paupérrima casa, donde vivieron unos años con muchas privaciones, hasta que dos nobles señoras romanas, encariñadas con el instituto, tomaron el hábito, llevando como dote, además de un importante capital, un magnífico edificio, cuya propiedad cedieron a la Congregación en 1884. Cuando las Hermanas trasladaron allí su residencia, casi no se atrevían a establecerse en él, porque les parecía que no se conciliaba tanta grandiosidad con la pobreza evangélica. Otras dos predicciones se refieren a dos Salesianos. Don Segundo Marchisio recordó una públicamente, en el vigésimo quinto aniversario de su primera misa, que celebró en 1879. Entonces don Bosco poniéndole la mano en el hombro le había dicho: (**Es14.333**))
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