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((**Es14.329**) que había sido párroco de GravŠre, en la diócesis de Susa, y que se había pasado a la secta de los Viejos Católicos. Para su reintegración, escribió de su puño y letra a León XIII. Beatísimo Padre: El sacerdote Juan Bosco, postrado a los pies de V. S., implora humildemente perdón para un hijo extraviado, que, olvidándose de sí mismo cayó en el hondo abismo de la impiedad. Se trata del sacerdote Serafín Machet, de la diócesis de Susa. Era párroco en el pueblo de GravŠre, mas, por su reprobable conducta moral, mereció ser expulsado de la respectiva parroquia. Un abismo le llevó a otro abismo, y acabó por abrazar la secta llamada de los viejos católicos. La necesidad de vivir lo llevó a estos excesos, según él afirma. Se convirtió en pastor y predicador y fue hecho cura párroco de Roncourt, Cantón de Berna, en Suiza. Profesó y predicó la herejía desde el 15 de diciembre de 1875 hasta el mes de junio del corriente año 1879. ((**It14.381**)) Recibido en el Oratorio de San Francisco de Sales, pide retornar al seno de la Iglesia de Jesucristo y, desde hace unos meses, ha vuelto a la práctica de nuestra santa religión. Ahora, con el consentimiento y en nombre del Obispo de Susa, se pide la facultad de poderlo absolver de las reservas, penas y censuras en que ha incurrido por sus hechos, dispuesto a someterse a las penitencias y reparaciones de escándalo, que V. S. juzgue necesarias y oportunas. Sólo pide, por vía de gracia, que, por ahora, no se dé publicidad en la prensa de su retractación, por el único motivo de que se produciría con ello demasiado alboroto y podría molestar a algunos de sus desgraciados antiguos colegas, que también desean, como él, volver a la verdad. Esperando la gracia, se profesa de V. S. Reconocido hijo JUAN BOSCO, Pbro. La respuesta le llegó a primeros de diciembre, por medio de monseñor Angel Jacobini, asesor del Santo Oficio, a cuyo tribunal había sido enviada la instancia, por trámite de la Secretaría de Estado; pero de esta respuesta sólo se deduce que, examinada la petición, aquella sagrada Congregación había comunicado al Obispo de Susa las medidas a tomar; por tanto, que don Bosco se pusiera de acuerdo con dicho Ordinario. Un pensamiento tranquilizador para don Bosco eran las oraciones que a diario elevaban en el Oratorio sus muchachos a María Auxiliadora y sus numerosas comuniones. Sentía él que, con esto, poseía un constante tesoro espiritual, al que podía recurrir confiado, para obtener del cielo las gracias que necesitaba al dilatarse su ardua misión y para pagar las deudas, que había contraído con sus bienhechores. Cuán (**Es14.329**))
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