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Superiores, y don Bosco asintió, hacer un préstamo
de cien mil liras, a pagar después con la venta de
la finca de Santa Ana en Caselle. De los apuros
económicos que pasaba el Oratorio, encontramos más
tarde una señal manifiesta en esta carta al
caballero Carlos Fava:
Ilmo. y queridísimo Señor:
Ayer, al hacerme la generosa limosna en
compañía de su Señora, me indicaba su intención
para la iglesia de San Juan Evangelista. Aunque es
grande la necesidad de esta iglesia, con todo, si
usted me lo permite, dado que todavía hay
bastantes muchachos con ropa de verano, emplearía
dicha cantidad para remediar su urgente necesidad,
que verdaderamente es vestir al desnudo.
Renuevo mi agradecimiento por la caridad, que
nos hace a mí y a estos pobrecitos y pido a Dios
que derrame en abundancia las bendiciones del
cielo sobre usted, (sobre) su señora esposa e
hija, y tengo el honor de profesarme con profunda
gratitud,
De V. S. Ilma. y queridísima,
Turin, 4 de diciembre de 1879.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO. Pbro.
Esta carta llevaba una posdata, en la que don
Bosco manifestaba los efectos de un inconveniente
frecuente ((**It14.380**)) en los
colegios. El Caballero habíale rogado que revocara
la amenaza de expulsión de un joven aprendiz; como
respuesta le daba las siguientes explicaciones:
P. D. He hablado con don Juan Branda a
propósito del jovencito Peano, y me dijo que no
hay ninguna orden en tal sentido.
Observó únicamente que una tía del muchacho
viene demasiado a menudo a verle y le hace
promesas y regalos fuera del reglamento.
Don Juan Branda le hizo observar que aquellos
comestibles hacían que el alumno no hiciera caso
de avisos y amenazas de castigos, y que, siguiendo
de este modo, obligaría a los Superiores a
enviarlo a su casa por Navidades. A lo que
respondió la buena tía: Es demasiado pronto por
Navidad, déjenlo al menos para después del
invierno. Juzgaría por lo tanto muy oportuno que,
si usted conoce a la tía, la avisara para que deje
a los educadores en libertad de cumplir su papel;
tanto más cuanto que el muchacho no necesita nada.
pero, usted actúe como crea mejor en su prudencia.
Hay otra cosa muy distinta que se refiere
también al Oratorio. A lo largo de estas Memorias
ya se ha hablado varias veces de la caritativa
solicitud de don Bosco para volver al buen camino
a pobres sacerdotes extraviados. Los recibía a
veces en el Oratorio, los rodeaba de delicadas
atenciones y no ahorraba medio alguno que
considerara útil a este fin. Así sucedió en el
verano de 1879 con el reverendo Marchet,
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