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hasta el 19 de marzo de 1879. El Siervo de Dios,
que daba muchísima importancia a las
manifestaciones religiosas, quiso tomar parte en
la inauguración en la que también intervinieron
muchos forasteros. Para la solemnidad, el clérigo
Grosso, que más tarde cosecharía tantos laureles
en el campo de la música sacra, compuso un himno,
cantado con acompañamiento de banda por los
músicos del oratorio, bajo la dirección del
maestro Dogliani. Como perenne recuerdo de la
gracia y de la promesa, dispuso don Bosco que, en
honor de san José, se impartiese cada miércoles en
aquel colegio la bendición con el Santísimo
Sacramento, como todavía se acostumbra.
Las visitas de don Bosco a Lanzo eran todavía
bastante frecuentes.
Volvió en lo mejor de la primavera, en la época de
los nidos; y sucedió, en esta ocasión, un episodio
singular. Algunos internos descubrieron durante el
paseo un nido de mirlos; lo tomaron, se lo
llevaron al colegio y lo escondieron en el
dormitorio dentro de un cajita; pero muy pronto
fueron muriendo los pajaritos uno tras otro, con
el trato que les daban los inexpertos cuidadores.
Muerto el último, acordaron los muchachos darles
honrosa sepultura. Para ello hicieron durante el
recreo el entierro, remedando las ceremonias de la
iglesia en los funerales. Lo acompañaron, pues,
con cantos litúrgicos a su última morada, con
aspersiones y, por fin, con un discurso. Don Bosco
siguió desde una ventana el desarrollo de la
escena; después, mientras los alumnos estaban
reunidos en el salón de estudio, mandó llamar al
protagonista de la travesura. Con aire grave, le
hizo comprender que habían hecho algo feo, una
verdadera profanación, que no debía repetirse
jamás. Después, en cuanto vio al bribonzuelo,
arrepentido de su falta, ((**It14.358**)) mudó
de tono; dijo que les perdonaba a él y a los demás
y, al despedirlo, le regaló un paquete de
caramelos para que los repartiera entre sus
cómplices. La lección era necesaria y la hubo,
pero, en el modo de hacerlo, estaba toda el alma y
el sistema educativo de don Bosco 1.
En septiembre del mismo año, se cumplía el
contrato con el Ayuntamiento; ahora, atendidos los
precedentes, que hemos expuesto en el volumen
anterior, don Bosco pensó tantear el terreno para
conocer cuáles eran las definitivas intenciones
del Consejo municipal. Por lo cual, escribió al
alcalde:
1 Este joven era el profesor Juan Giannetti,
profesor hoy en el real Instituto de Magisterio de
Vercelli.
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