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con los alumnos y tomando incluso parte en sus
juegos, como veía hacer a los superiores. Le
agradó mucho una velada en su honor. Partió con la
íntima persuasión de que la obra de don Bosco era
verdaderamente providencial para los tiempos que
corrían. Casi un mes después, también monseñor
Genuardi, Obispo de la diócesis, se dignó aceptar
la hospitalidad de los Salesianos. Fue recibido
con los honores que merecía su dignidad y
festejado con la representación de una comedia en
latín; lo cual dejó pasmados a cuantos estaban en
condición de juzgar el caso. En fin, por todas
partes se consolidaba en el lugar y se difundía
por la isla la buena fama del colegio.
Pero toda medalla tiene su reverso. Don Miguel
Rúa había puesto sobre aviso a don Pedro Guidazio
para que no diera excesiva importancia a las
primeras impresiones 1; con el correr del tiempo
los hechos justificaron el consejo. Hostilidades
sectarias de delegados provinciales de enseñanza y
de inspectores del Gobierno, frialdades de
autoridades municipales y dificultades internas
pusieron a dura prueba la firmeza del director,
quien, con su habilidad personal y merced a la
eficaz cooperación del fiel caballero José
Vagliasindi, fueron siempre superadas
victoriosamente. Dos prendas de seguridad había
dado previamente don Bosco. Al despedir a don
Pedro Guidazio, le había dicho:
-No temas. En Randazzo harás muchas cosas
estupendas. Don Bosco te bendice y rezará por ti.
Y, bajo la inspiración de don Bosco, había sido
expresada poco antes <> de
que aquella primera casa abierta en Sicilia iría
prosperando y llegaría a ser <> 2. Ambos auspicios han sido
confirmados elocuentemente por los hechos.
1 Carta citada.
2 Bolletino Salesiano, enero de 1880, pág. 12.
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