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((**Es14.306**) muchos de ellos deseaban tenerlos consigo para comer juntos el día de Navidad y lo pidieron. Contesté que no podía complacerlos, pues el reglamento no lo permitía; y, como insistieran, llamé a sus mismos hijos, y, en presencia de los padres, les pregunté si querían ir a comer en familia o quedarse con nosotros en el colegio y, ((**It14.354**)) no hubo uno siquiera que no quisiera quedarse en el colegio; satisfechos con esto, los padres dejaron de molestarnos, contentándose con enviar al colegio borricos cargados de dulces para muchachos y superiores. A fin de tenerlos alegres y contentos, hemos encontrado un medio muy sencillo, el del clero infantil, revistiendo a ocho o diez cada tarde para servir al altar en la novena (... ). íEs de ver cómo estos muchachos, especialmente los mayores, se vuelven locos por servir en las funciones, revestidos de monaguillos! (... ). Ya hemos hecho dos veces función de teatro para los muchachos solos>>. En un colegio de don Bosco no podía faltar el oratorio festivo. Don Esteban Trione, compadecido ante el espectáculo de tantos muchachos de las clases más humildes del pueblo, faltos de toda instrucción, hacinados en míseras chozas y abandonados a sí mismos por las calles, se sintió movido a ocuparse de ellos, reuniéndolos en los días festivos y entreteniéndolos en un ambiente más humano. Manifestó su idea al Obispo. Que, no sólo lo recibió muy bien, sino que le aconsejó que se diese prisa a ello y lo recomendó al clero local. Tuvo así a su disposición una iglesia sin culto y el uso de unos bancos amontonados en otra parte, y el oratorio quedó abierto en seguida, asistiendo a él unos doscientos muchachos pobres. Era motivo de gran satisfacción ver cómo aquellos golfillos, acostumbrados a decir palabras soeces, a maldecir, blasfemar, llamando santo al diablo, según la mala costumbre de la isla, se iban transformando poco a poco. Evidentemente, para atraerlos acudía a las consabidas industrias; preparaba pequeñas rifas, los divertía con teatro de títeres, prometía con tiempo algún paseo por el campo con merienda. Le ayudaban un clérigo y algunos alumnos del colegio que, a la vez, le servían de intérpretes del dialecto siciliano y le ayudaban a mantener el orden en la iglesia y durante el recreo. Con la caridad aprendida de don Bosco se ganó el afecto de aquellos pobrecitos, instruyéndolos en la religión y levantándolos del mísero estado en que vivían. Durante la primavera del primer curso ((**It14.355**)) alegraron el colegio de San Basilio dos preciosas visitas. Monseñor Guarino, estaba en un pueblo de su archidiócesis, limítrofe con Randazzo, y quiso ir a ver en su campo de acción a los tan ensalzados hijos de don Bosco. Estuvo con ellos una semana, haciéndose pequeño con los pequeños, entreteniéndose alegremente (**Es14.306**))
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