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Humilladísimo al oír tan inesperada respuesta,
el teólogo se retiró y ni se quedó a comer en el
palacio episcopal, como acostumbraba cada vez que
algún motivo lo llevaba al Superior de la
diócesis. Después, el Obispo, esperando tener, con
el correr del tiempo, a su disposición el
edificio, se adelantó para impedir que otros se
pusieran por medio; con esta intención hizo muchas
reparaciones en él y se afanó ante el Gobierno
para que fuera declarado monumento nacional. Llegó
la declaración, gastó en los trabajos quince mil
liras, y todo ello se convirtió en ventaja para
don Bosco, porque la nueva condición del edificio
impidió que pasara a otros pretendientes, hasta
que, muerto el Obispo en 1878, el teólogo Benone
repitió con buen resultado el intento de instalar
en él a los Salesianos.
El plan de don Bosco era trasladar a San
Benigno el noviciado de sus clérigos. El noviciado
salesiano pasó por tres fases. En un principio los
novicios vivían en el Oratorio de San Francisco de
Sales como en familia, participando en la vida
común y ejercitándose de este modo en las
prácticas de piedad y en la vida activa propia de
la ((**It14.331**))
Congregación; por lo tanto, según las diferentes
aptitudes, quién asistía a los muchachos, quién
daba clase, quién enseñaba catecismo, quién
trabajaba en los oratorios festivos, quién ayudaba
en las oficinas y despachos, viviendo bajo la
inmediata dependencia de los superiores de la
casa. Para los estudios de filosofía y teología
acudían a las clases del seminario. En una segunda
etapa, tuvieron clases aparte y se les asignó un
superior del que dependían en todo y para todo
directamente, y éste fue don Julio Barberis; pero
siguieron algunos años asistiendo a los muchachos.
Durante este período de progresivo aislamiento, se
les destinó poco a poco un dormitorio común para
ellos, un patio de recreo distinto, comedor para
ellos solos; por fin, dispensados de asistencias,
formaron en el Oratorio un cuerpo separado del
resto de la Comunidad. Por último, tuvieron
también casa propia, la de San Benigno Canavese,
donde todo estaba ordenado para su formación
religiosa.
Era lo que don Bosco pretendía al abrir la casa
de San Benigno; él mismo lo dijo; pero, también
dijo que no convenía dar a la casa un carácter
exclusivamente eclesiástico; había que aceptar a
la vez muchachos aprendices y montar algunos
talleres, que fueran útiles para las necesidades
de la casa 1. Se vio cuán sabia era su idea cuando
el ayuntamiento procedió a pasar a don Bosco la
sucesión del edificio, pues la regia
administración provincial de Turín, antes de
autorizar la
1 Crónica de don Julio Barberis, 18 de abril y
7 de mayo de 1879.
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