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hasta dos casas. Una junto a la iglesia de los
Cuatro Santos, que sería un pequeño internado para
aprendices y llevaría el título de la Sagrada
Familia; y otra, en el Trastíber, que sería una
escuela profesional, según quería el Papa.
Pidióse, por tanto, un sacerdote hábil, que fuera
en seguida para dirigir la instalación de la
primera y hacer las gestiones para ambas. Se
aseguraba que ya se había recogido el dinero
suficiente para proporcionar lo más necesario a la
primera; y que el Papa se encargaría de todos los
gastos de la segunda. Tales eran los informes de
monseñor Jacobini 1, que fueron recibidos y
celebrados por los Superiores como un rasgo
especial de la divina Providencia. Don José
Monateri, Director de Albano, fue encargado de las
gestiones y se le advirtió que oyera, viera e
informase, mas sin dar seguridades de ninguna
clase. <>.
El informe de don José Monateri no se hizo
esperar; pero las noticias no era las que se
deseaban. Las ideas de los romanos eran, en todo y
por todo, diversas a las de don Bosco. Se quería
que una Comisión concentrara ((**It14.320**)) todo
en sus manos e interviniera incluso la
administración interna, de forma que los
salesianos quedaran reducidos a la condición de
humildes servidores. Aquella Comisión, ya
perfectamente preparada y organizada entregó a don
José Monateri un esquema de las normas, que se
pensaban imponer. Don José Monateri declaró a
aquellos señores que el Capítulo Salesiano jamás
aprobaría semejantes condiciones y les sugirió en
su lugar un proyecto, en el que parecíale que
podrían convenir ambas partes; pero era como
hablar a sordos, por lo que tuvo que enviar a
Turín el inexorable esquema. El Capítulo apoyó
plenamente el proyecto de don José Monateri y
rechazó unánimemente el otro. El efecto fue el que
se esperaba; el silencio y el olvido lo cubrió
todo.
En Roma no se había dicho todavía la última
palabra con respecto al Hospicio de San Miguel 2.
El príncipe Gabrielli, presidente de la comisión
estatal que lo gobernaba, invitó formalmente a don
Bosco en el mes de junio a aceptar la dirección
total moral y disciplinar del instituto, diciendo
que consideraría como título de gloria si, a pesar
del clamor callejero, lograse durante su
presidencia dejarlo en tan buenas manos. Hemos
visto ya el deplorable decaimiento en que había
caído una institución en la que los Papas habían
prodigado
1 Carta de don Bosco, Roma, 4 de mayo de 1879.
2 Véase más atrás, en la pág. 71.
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