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a cargo de don Bosco; y así lo entendieron
ciertamente los lectores, pues es demasiado
preciso el valor de la fórmula jurídica empleada.
Ahora, nosotros hemos podido hacer con toda la
necesaria comodidad, diligerites investigaciones
en los archivos del juzgado de paz de Nizza, y al
mismo tiempo que encontramos indicio de lagunas en
los documentos, no topamos ni con la más ligera
traza de haberse incoado proceso de ninguna clase.
Sabemos, en cambio, por otra fuente, que se
hicieron pesquisas de policía, como suelen hacerse
cuando se difunden siniestras voces de crímenes
ocultos; pero, después de los interrogatorios del
padre con las consabidas amenazas para intimidar,
se corrió el telón, et hic finis (y en eso quedó
la cosa) 1. Sin duda, no podía agradar al autor o
a ((**It14.302**)) los
autores de tanto ruido que todo acabara de este
modo en una pompa de jabón; nos explicamos, pues,
las ganas de ocultar el chasco, incluso
desnaturalizando los hechos.
Una cosa daba apariencia de verdad a las
afirmaciones de Giustina y era leer en sus
artículos ciertos detalles que manifestaban en él
un conocimiento preciso de la vida íntima, que se
desarrollaba en el interior del Oratorio. Pues
bien, la historia de este episodio no estaría
completa, si no añadiésemos una palabra acerca de
uno de sus informadores. Hacía tres años que vivía
en el Oratorio un tal Ferraro, físico, naturalista
y fotógrafo, siempre ocupado en experimentos sin
resultado alguno, pero que costaban mucho dinero a
los Superiores. Por fin, nuestro hombre despertó
sospechas sobre su condición y fue puesto de
patitas en la calle y entonces se descubrió que
estaba afiliado a la masonería y con un grado
elevado. El era el informador del periodista.
Arcades ambo! (íDe la misma camarilla ambos a
dos!)
Sería ingenuo preguntar si don Bosco sabía o no
que Foglino desertaba. Está fuera de toda duda que
la determinación heroica de preferir el destierro
al peligro de perder la vocación venía
exclusivamente del clérigo; no menos cierto es que
don Bosco dejaba hacer libremente. Pero >>quién no
sabe qué clase de ley era la que condenaba al
cuartel a los alumnos destinados a la casa de
Dios? El hecho es que, a sesenta años de
distancia, aquella ley ha sido reexaminada y
corregida valientemente por quien gobierna a
Italia, de acuerdo con la Autoridad eclesiástica,
que la había condenado.
Si nos hemos extendido un tanto sobre este
episodio, buenas razones nos han inducido a ello.
Ante todo, había que librar a don Bosco de la
odiosa sospecha de violencia moral con daño de uno
de sus súbditos. Además de esto, pertenece a la
biografía de don Bosco todo
1 Carta de don Juan Bautista Lemoyne a don
Bosco, Nizza (sin fecha).
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