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((**Es14.257**) yo, lleno de confianza en Dios y en vuestra caridad, he aceptado la ardua empresa. Ya se hicieron las primeras pruebas y fueron instruidos en la fe unos quinientos; regenerados a la gracia con el santo bautismo, ahora forman parte del rebaño de Cristo. Partiendo de las orillas del Río Negro hacía el sur, por aquellos vastísimos desiertos, se encuentran seis colonias, a manera de aldeas, distantes una de otra varios días de camino, en las que ya se han comenzado las relaciones comerciales y ensayos agrícolas. En marzo irán los Salesianos y, al mismo tiempo o algo más tarde, nuestras Hermanas, para establecer casas y escuelas en aquellas tierras. Allí estará el centro, de donde esperamos, con la ayuda de Dios, que saldrán más adelante los obreros evangélicos con el fin de penetrar en los vastos desiertos y en las desconocidas regiones de la Patagonia>>. Circunstancias imprevistas, que narraremos en su lugar, obligaron al Inspector, don Francisco Bodrato, a anticipar la marcha de los misioneros a Patagones. ((**It14.296**)) Al mencionar hace poco los disgustos de don Bosco, suavizados con las consoladoras noticias patagónicas, no entendíamos referirnos únicamente al cierre de las escuelas, a la cuestión de Chieri, y al asunto de la judía, sino también a la guerra que le declararon, acusándole de haber procurado una deserción, enviando a América a un joven para librarlo del servicio militar. Con los misioneros de la cuarta expedición había salido en 1878 el clérigo Miguel Foglino, que justamente entonces cumplía sus veinte años, pues había nacido en diciembre de 1858 y, como prófugo, fue condenado en rebeldía a un año de reclusión militar. Un tal Atanasio Torello, natural, como Foglino, de Nizza Monferrato, y estudiante en la Universidad de Turín, el cual sin aquella fuga habría quedado libre del servicio militar, acusó a don Bosco de haber obligado a Foglino a expatriarse; o mejor, no acusó, sino que más bien fue instrumento de acusación al servicio de cierta prensa. La primera piedra fue lanzada por un rabioso anticlerical, el abogado Giustina, que en su semanario 1 escribió un artículo titulado Sempre a don Bosco, insinuando la cosa y amenazando con llevar al Siervo de Dios a los tribunales. En el número del sábado siguiente 2, se repitió la amenaza de esta forma: <(**Es14.257**))
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