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amor propio, y se abandonan las nuestras. También
en América están todos agobiados de trabajos
extraordinarios por este motivo. Verdad es que
todo tiene por fin la mayor gloria de Dios; pero,
también es verdad que nosotros debemos tener como
fin principal el cuidado de la juventud y no es
buena toda ocupación, que nos aparte de este
cuidado. Dejar que un colegio marche mal, por
predicar y confesar en otra parte, no es buen
método.
Cerramos el breve paréntesis, dejando Italia, y
volviendo a hablar de nuestros misioneros de
América.
El año 1879 señala una fecha histórica en los
principios de las misiones salesianas de América;
aquel año se tuvo el primer contacto con los
indios de la Pampa y de la Patagonia, en tierras
que, en su mayor parte, estaban todavía
inexploradas. Fracasado el intento del año
anterior ((**It14.285**)) por
mar, debido a la furiosa tempestad, que puso en
peligro la vida de monseñor Espinosa y de don
Santiago Costamagna, estos dos intrépidos adalides
estudiaron otro itinerario por tierra. Favoreció
su apostólico celo una feliz coyuntura, que
debemos exponer.
Comenzaron en 1879 las expediciones regulares
de exploración y de conquista que, en pocos años,
iban a acabar para siempre con el dominio de los
indígenas y harían posible la colonización y
aprovechamiento de los inmensos territorios
occidentales y meridionales, es decir, de la Pampa
y de la Patagonia. La primera operación fue llevar
la frontera de la República hasta el Río Negro,
sometiendo o alejando de sus tierras a los indios
y poniéndoles la barrera infranqueable del gran
río, navegable, con su afluente Neuquén, desde el
Océano hasta los Andes. Frente a ellos estaban
veinticinco mil indios en estado salvaje, de los
que sólo cuatro mil quinientos eran aptos para el
combate, pero desprovistos de armas modernas,
inexpertos en estrategia militar y desconocedores
de toda disciplina. El plan de la campaña había
sido sancionado por ley, el 4 de octubre de 1878;
el ejército de operaciones, compuesto por cuatro
mil quinientos hombres, se puso en marcha el 16 de
abril de 1879, repartido en cinco divisiones, bajo
el mando supremo del general Roca, Ministro de la
Guerra. Tres divisiones recorrieron el interior de
las Pampas; una avanzó hasta su límite occidental
y otra, más numerosa, bajó a hacer frente a
Patagonia, donde acampaban cinco formidables
caciques. Mientras el Gobierno se proponía, por
entonces, únicamente limpiar y someter la zona
comprendida entre el Río Negro y los Andes, es
decir toda la Pampa y una pequeña parte de
Patagonia septentrional, quedó conquistada
indirectamente toda Patagonia, pues, en un segundo
tiempo,
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