((**Es14.24**)
Estas palabras reanimaron un poco al Director,
pero no le tranquilizaron del todo, y más cuando
oyó exclamar a don Bosco:
-íYo estoy perdiendo aquí el tiempo!
En efecto, no se encontraba la manera de
realizar algo positivo.
Pero intervino la Providencia para sacar del
atolladero al Siervo de Dios con un hecho que, en
un abrir y cerrar de ojos, cambió la disposición
de los ánimos. Una madre piamontesa, y
precisamente de Asti, llevó a don Bosco un hijo
suyo que movía a compasión: pequeño, raquítico y
hecho un ovillo, arrastraba con dificultad las
piernas, apoyado en dos muletas. Podía tener unos
ocho años. Viéronle pasar unos muchachos externos
de las escuelas salesianas, que pertenecían a la
escolanía de San José. Madre e hijo fueron
introducidos en la habitación de don Bosco. El
Siervo de Dios dijo unas palabritas a los dos;
bendijo después al lisiado y mandóle tirar las
muletas.
Ocurrió un cambio instantáneo; el muchacho se
enderezó, tiró las míseras muletas y echó a
correr. La madre, casi fuera de sí, recogió
aquellos palos y se lanzó detrás gritando:
-íMilagro, milagro! Y ni el uno ni la otra se
dejaron ver más 1.
Sólo ocho meses después, durante los ejercicios
espirituales, ((**It14.18**)) don
José Bologna se atrevió a preguntar en confianza a
don Bosco cómo había sucedido la cosa, pues él no
había estado presente. Contestóle don Bosco con
igual confianza:
-Mira, don Bosco pensó que no podía hacer nada
en Francia y dijo a la Virgen: -íEa, comencemos!
Y se empezó de veras. Se esparció por toda la
ciudad la fama del prodigio; armó un ruido
extraordinario, y comenzaron las visitas sin fin.
Aunque no pueda decirse que don Bosco hablara
correctamente el francés, no obstante lo hacía con
tal desenvoltura que resultaban simpáticos los
mismos inevitables errores. Otra cosa que
impresionaba, aún más, era su imperturbable
tranquilidad, que contrastaba frente a la habitual
animación, tan propia de los franceses. Le
preocupaba entonces la idea de agrandar la casa, y
muchos de sus visitantes, sabedores de ello, iban
a porfía en describir la rapidez con que se
llevaría a
1 El escritor Huysmans en su conocida semblanza
de don Nosco incurre en dos errores al referir
este hecho, topográfico el uno y cronológico el
otro. Dice que ocurrió <>,
lo que no es cierto, y el día 29 de enero, cuando
aquel día don Bosco se encontraba en Saint-Cyr.
Nuestra relación se funda en el testimonio de don
José Bologna, recogido por Lemoyne, y en el de don
Luis Cartier, que se encontraba entonces en la
casa de Marsella, y que, textualmente escribió
después el padre salesiano Federico RiviŠre.
En cuanto a la fecha, creemos debe colocarse
entre el 10 y el 11 de enero. Los lectores se
convencerán de ello, atendiendo cuidadosamente a
las citas que vienen después en el texto.(**Es14.24**))
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