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Con el otoño llegaron dos sucesos que
embrollaron más el asunto, dando pretexto a dos
nuevas acusaciones. A primeros de noviembre de
1880 murió en la casa de Chieri una Hermana de
María Auxiliadora. Tan pronto como la difunta fue
sepultada, volaron a la Curia a denunciar una
violación de los derechos parroquiales y de las
leyes canónicas. El abogado fiscal de la Curia, el
canónigo Colomiatti, guiándose por las primeras
noticias, llamó a don Miguel Rúa ad audiendum
verbum (para oír una palabra), sin decirle el
porqué, y le expuso el hecho de esta manera: que
dos Salesianos habían administrado los últimos
sacramentos a la moribunda, sacando el viático de
la capilla interna y los Santos Oleos de la casa
de los Jesuitas, y que, después del fallecimiento,
los mismos habían organizado el acompañamiento
fúnebre por las calles de la ciudad hasta el
cementerio.
Don Miguel Rúa, tomando por verdadera la
narración, dio las explicaciones que le parecieron
probables y disculpó a los dos sacerdotes como
<>; después puso por escrito sus
declaraciones y escribió al Arzobispo una carta,
que terminaba de este modo:
<((**It14.250**)) los
derechos parroquiales violados, nos disponemos a
hacer lo que sea necesario a una simple venerada
indicación de V. E. 1.
íPero cuál no fue su sorpresa, cuando pudo
saber cómo había sucedido realmente la cosa! No
fueron dos sacerdotes salesianos los que habían
administrado los últimos sacramentos a la
religiosa, sino el canónigo de Chieri, Mateo Sona;
no fueron los dos sacerdotes salesianos los que
habían acompañado el cadáver al cementerio, sino
que, después de la misa de difuntos, el féretro
había sido llevado al camposanto more pauperum
(según el rito para los pobres), por un grupo de
jovencitas. El no haber indagado más a fondo llevó
después al Arzobispo a aprovechar también esta
deformación de la verdad como prueba de que los
Salesianos no dejaban escapar ninguna ocasión para
causarle <> 2.
El otro suceso no concierne a Chieri, sino a la
causa. El 17 de noviembre de 1880, don Juan
Bonetti, cansado de que su asunto se mantuviera
suspendido en vilo desde hacía ya veintidós meses,
presentó directamente al Papa la súplica del 24 de
octubre de 1879, que había quedado en manos de
monseñor Verga, declarándose <(**Es14.219**))
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