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((**Es14.209**) de los canónigos. Como quiera que ello fuese, don Juan Bonetti no pudo tragar la condición de no poner los pies en Chieri. Resultaba una medida con sabor a castigo y que, a los ojos de la gente, le hacía aparecer como culpable de quién sabe qué falta. Estaban las cosas en este punto, cuando ocurrió un suceso desagradable, que nos recuerda el conocido refrán: <>. Don Juan Bonetti había contado por carta, brevemente y sin reticencias, a una persona íntima de Chieri la historia de su caso hasta aquel día, 24 de marzo. El amigo, en vez de guardar para sí el escrito confidencial, tuvo la mala ocurrencia de hacerle un servicio que el otro jamás podía imaginar. Transformó por completo la carta, sustituyó el usted por vosotras, como si fuese una circular, que el Director dirigía a sus oratorianas, encajó algunas añadiduras de su invención y después la hizo leer públicamente en el oratorio, no sabemos exactamente en qué día y a qué hora; don José Leveratto ciertamente no fue prevenido, ni tuvo de ello la menor noticia. Después de la lectura, la carta corrió de unos a otros y hasta hubo quien sacó copia. Fue una verdadera desgracia ((**It14.238**)) que, sólo demasiado tarde, se lograran retirar de las manos del público las copias de aquella funesta falsificación. Es inútil añadir que aquellas noticias, comunicadas en tal forma, llenaron de chismes la ciudad y añadieron más leña al fuego. Después de su regreso de Roma, don Juan Bonetti había deseado conocer el estado de ánimo del Arzobispo y la ocasión se presentó pronto. En las primeras semanas después de Pascua solía la Curia de Turín devolver a los sacerdotes las licencias de confesión; don Antonio Notario, profesor de teología en el Oratorio, fue a retirar las de los Salesianos con la intención de explorar el terreno. Llevaba consigo a don Luis Deppert como testigo. No le fue entregada la licencia de don Juan Bonetti. Hizo observar respetuosamente aquella falta. Como le contestaron que tal era la orden de Monseñor, pidió se le entregase un justificante por escrito, para presentar al Superior. El secretario, canónigo Chiaverotti, se resistía, y se produjo un altercado que llamó la atención del canciller, el canónigo Chiuso. Rogóle don Antonio Notario que le pidiera audiencia con el Arzobispo. El canónigo accedió. El Arzobispo le recibió juntamente con don Luis Deppert y, oído el motivo de la visita, se negó a entregar las licencias a los Salesianos que residían fuera de la Diócesis, incluyendo la de don Juan Bonetti, aunque tenía su residencia habitual en Turín. Los hermanos domiciliados en otras diócesis guardaban las licencias de Turín para poder confesar cuando, como sucedía a menudo, iban al Oratorio. (**Es14.209**))
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