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amigo de aquel hombre, a quien nuestro país y todo
el mundo cristiano deben eterna gratitud>> 1.
A decir verdad, el Delegado Rho no era un
novato en problemas de esta clase. No sólo se
había negado a reconocer el carácter episcopal del
seminario menor de Borgo San Martino, sucesor del
de Mirabello, sino que había intentado quitar el
carácter de <> al colegio de los
Barnabitas en Moncalieri. En resumidas cuentas, el
señor Rho, fuera por debilidad de carácter, fuera
por espíritu partidista, servía a la camarilla,
que combatía la liberdad de enseñanza para
descristianizar la escuela y la nación. El
ministro de Instrucción Pública, Rogelio Bonghi,
había proclamado solemnemente en 1875, en la
cámara de diputados, que no podía considerar
cumplida la regeneración y restauración moral de
Italia, mientras no fuera excluida de la educación
e instrucción de la juventud la influencia del
clero.
((**It14.215**)) He
aquí, pues, adonde miraban las rigurosas
disposiciones, con las que por toda clase de
medios, lícitos o ilícitos, se ponían trabas a la
institución de las escuelas paternas, tan
conformes con la ley del 13 de noviembre de 1859.
El mismo Bonghi, en enero de 1875, con una
circular se arrogó el derecho de interpretar,
mutilar y aplicar a su manera aquella ley;
después, se agarraron los Consejos Escolares y el
Consejo de Estado a las teorías y deducciones de
Bonghi para negar la facultad de abrir escuelas
paternas, so pretexto de que el espíritu de la ley
no permitía extender hasta ciento el número de
padres de familia que podían asociarse para hacer
instruir y educar en común a sus hijos bajo su
propia vigilancia, e igualmente repugnaba a la ley
que los padres de familia pudieran pasar a otros
el derecho y la autoridad sobre las escuelas de
esta categoría 2. Se quería a toda costa hacer
imposible una escuela, un colegio, un internado
cerrado al ateísmo oficial, que solía enmascararse
con el disfraz aparentemente menos odioso del
llamado laicismo.
Con este preciso objetivo la Masonería,
entonces dueña y señora absoluta en el Ministerio
de Instrucción Pública, hizo a la chita callando
lo que quiso con la ley Casati siempre vigente.
Por medio de decretos ministeriales y también con
simples circulares de los ministerios, se fue
sobreponiendo el arbitrio a la letra y al espíritu
de la ley.Es más, bastaron a menudo las protestas
de cualquier obscuro magistrado para que el
ministerio de Instrucción Pública impusiera por la
fuerza lo que la ley no mandaba y se obstinase en
su intento a despecho
1 Carta a don F.co Piccollo, paisano suyo,
Pecetto, 1889.
2 Véase L'Opinione, núm. 224 de 8 de agosto de
1875.
(**Es14.189**))
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