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envía; lo que se puede claramente comprobar por el
reglamento del Instituto, que exige las siguientes
condiciones para la aceptación:
1.° Tener doce años cumplidos y no más de
dieciocho.
2.° Ser huérfano de padre y madre, a no ser que
motivos particulares pidan alguna excepción.
3.° Ser pobres y abandonados. Los que poseen
algo, lo traerán consigo en beneficio del
Instituto.
Se pretendería, en segundo lugar, que los
muchachos admitidos en el instituto fuesen
encaminados al estado eclesiástico o religioso.
Para tener una respuesta a esta observación
bastaría visitar, además del Oratorio de Turín,
los asilos de la ciudad de Lucca y de
Sampierdarena, y se verían centenares y, aun
millares, de pobres muchachos aprendices de artes
y oficios, los cuales de ningún modo aspiran al
estado eclesiástico. Muchos de los jóvenes
internados han hecho una carrera más o menos
brillante, pero ninguno ha quedado sin colocación
en la sociedad, como se quisiera hacer suponer,
pues el que esto escribe considera como un deber
suyo colocar siempre convenientemente a los
jóvenes confiados a sus cuidados, cuando por falta
de talento, de medios, de voluntad, no puedan
seguir los estudios y abandonan el Instituto.
Y, para confirmar cuanto digo, podría citar
millares de jóvenes, que, arrancados de la
ociosidad y de la miseria, se ganan ahora
honradamente el pan viviendo en sociedad, así como
podría también citar, por su nombre y apellido, a
algunos de nuestros muchachos, que con el estudio
llegaron a ocupar cargos brillantes en la
magistratura, en el ejército y en los diversos
ministerios, y son muchos los licenciados en
filosofía y letras que enseñan, con aplauso, en
varias ciudades de Italia no sólo en institutos y
liceos, sino en las mismas reales universidades.
((**It14.204**)) Es
verdad, sin embargo, que, entre los muchos
jovencitos, hay algunos que manifiestan su
inclinación al estado eclesiástico y religioso, y
éstos encuentran en nuestras escuelas los medios y
ayudas que necesitan para corresponder a la
llamada de Dios, y éstos nos son indispensables
para enseñar, vigilar y dirigir a los alumnos en
el Centro y en los patios de recreo, destinados a
entretenerlos en los días festivos.
Creo poder esperar, por todo lo expuesto hasta
aquí, que V. E. quedará suficientemente informado
sobre el verdadero estado de la cuestión y, si
fuere necesario, estoy dispuesto a presentar los
documentos y las pruebas antes de llegar a una
deliberación que, inspirada solamente en
relaciones carentes de fundamento, resultaría
perjudicial para muchos hijos del pueblo que,
recogidos de las calles, cuando estaban a punto de
ser un manifiesto peligro para la sociedad,
atienden ahora a su propio mejoramiento y, merced
a una buena educación, ofrecen fundada esperanza
de llegar a ser probos y honrados ciudadanos,
honor de la ciencia y esperanzas del más alegre
porvenir.
Tengo confianza en la iluminada prudencia y
bondad de V. E. y espero tenga la bondad de hacer
llegar estas observaciones al Consejo de Estado, a
fin de que las ilustres personalidades llamadas a
pronunciar un juicio definitivo acerca de esta
dolorosa controversia, tengan idea del verdadero
estado de las cosas en cuestión.
Se ve que las cosas iban despacio; en efecto,
hasta el 7 de abril no envió el delegado Rho al
ministerio la relación solicitada sobre la
naturaleza del Oratorio de don Bosco. Cotejando
esta relación con la memoria antes mencionada, se
echa de ver que el Siervo de Dios había barruntado
lo que se estaba preparando, es decir, qué ideas
iban
(**Es14.180**))
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