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mejores calificaciones y más aún, uno de ellos
había alcanzado el primer puesto entre los ochenta
y dos presentados, superando en diez puntos al
mejor de los demás; se enteraban de que los nueve
suspendidos en alguna asignatura repararían
fácilmente el examen en la convocatoria de
octubre. Comentaba el periódico: ((**It14.194**)) <>. Los diarios de la ciudad tuvieron
lógicamente la prudencia de guardar silencio
acerca de estos resultados.
Las vacaciones apagaban el conflicto y
suspendían las polémicas, pero don Bosco no
interrumpió su trabajo para conseguir que el
Oratorio fuese reconocido como casa paterna y, por
consiguiente, exento de la obligación de someterse
a las exigencias de los institutos privados. En
septiembre, escribió al Ministro de Instrucción
Pública presentándole el bachillerato del Oratorio
como providencial refugio de un buen número de
jóvenes dotados de talento, pero desheredados de
la fortuna.
Excelentísimo Señor:
La voz pública, que proclama a V. E. protector
de los hijos del pobre pueblo, me hace esperar que
seguirá dispensando su benevolencia a los
muchachos del Oratorio de San Francisco de Sales,
que desean recorrer el camino del saber y de la
virtud. Este Centro alberga a unos novecientos
muchachos pobres, a los que, mediante la ciencia o
el aprendizaíe de un oficio, se les proporciona un
medio con que ganarse el pan en su día.
Los de talento mas despejado son encaminados a
los estudios secundarios.
Durante treinta y seis años, los Ministros de
Instrucción Pública y los Reales Delegados
Provinciales de Enseñanza han alentado
constantemente y socorrido estas escuelas sin
exigir nunca profesores diplomados; sólo este
curso, 1878-79, el señor Delegado de Turín,
queriendo someter este Centro a leyes mas
estrictas, que no son las que afectan a los
Institutos privados, ocasionó molestias y serios
perjuicios a los alumnos, como ya tuve el alto
honor de exponer a V. E.
Ahora suplico a V. E. se digne considerar al
Oratorio de San Francisco de Sales como una casa
de beneficencia, albergue de muchachos pobres y
desamparados, y permita que el que suscribe, a la
par que hace de padre, proporcionándoles el pan y
cuanto es necesario para la educación material,
pueda también impartir por sí o por otros la
instrucción necesaria para prepararse honradamente
para buscarse la vida.
El feliz éxito de los alumnos en los examenes
públicos y la dignidad con que muchos de ellos
ocupan los primeros puestos como profesores en las
mismas universidades del Estado, son un testimonio
de la idoneidad de los maestros.
Mientras tanto, en nombre propio y en el de
todos los muchachos beneficiados, ((**It14.195**)) le
manifiesto mi mas profunda gratitud, al paso que
tengo el honor de poderme profesar de V. E.
Turín, septiembre de 1879
JUAN BOSCO, Pbro.
(**Es14.172**))
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