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(y perdóname si te hablo como buen amigo, con el
corazón en la mano y sin reticencias), creo que el
amor, que tienes por tu institución, te ciega un
tantico los ojos y no te deja ver el mal, que en
ello se encuentra: como un buen padre de familia a
quien el afecto a la misma, acaso un poco
excesivo, no deja en realidad temer por los
defectos de los hijos>>.
Todo lo que sigue después está encuadrado en no
querer o no saber distinguir entre colegio privado
y escuela paterna; todo el mal deplorado en el
preámbulo se reduce a la enseñanza impartida por
maestros sin título. La esencia del prolijo
razonamiento está condensada en el apéndice
después de la firma, mezclada con lágrimas de
cocodrilo: <>tú podrás acaso recriminárselo? Don Bosco es
suficientemente honrado sin duda para no condenar
el proceder de su antiguo amigo, y, si piensa en
ello un poco, debe confesar que no ha hecho ni más
ni menos que su deber y que él querrá ponerse en
regla para no recibir ((**It14.173**)) en
adelante observaciones de ninguna clase, y así no
comprometer a los demás. Cierto es que tu colegio
está bien gobernado en cuanto a moralidad, como tú
dices; pero >>basta esto? No, no, y siempre no.
Conviene que la enseñanza sea normal y conforme a
la ley, que nadie debe eludir, ni sobreponerse a
ella, ni obrar en contra y entonces todo marchará
bien. >>Te parece bien así? Querido amigo, créeme
que yo también te soy sincero; ciertos consejeros
te aconsejan, pero con fines no siempre justos y
honrados>>.
Esta insinuación apuntaba especialmente al
teólogo Margotti y al profesor Allievo. En lo
demás se descubre desgraciadamente lo que puede
suceder a la mentalidad, aun de un buen sacerdote,
cuando se la deja contaminar por la <> 1, o más prosaicamente por el mal del
funcionario.
El teóloro Rho remachó los mismos conceptos en
una dura carta a Margotti 2. Este no creyó
oportuno contestarle, pero pasó el escrito a su
<>, diciéndole que quizá
haría algo útil a la causa y desde luego grata a
él, si contestaba <> al hermano del
Delegado. Don Bosco siguió el consejo.
1 JOSE GIUSTI en Gingillino.
2 Pecetto Torinese, 17 de julio de 1879.
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